La Habana, Cuba . – Este segundo domingo de mayo tiene la belleza de las flores y de lo que ellas representan.
Imposible pasar por alto una fecha tan señalada como el Día de las Madres sin rendir homenaje o merecido tributo de recordación a la mujer que nos dio la vida, cuidó y educó sin pedir retribición alguna, solo un beso, un abrazo o un “te quiero, mamá”.
No importa que oficio o profesión tenga o realizara durante su vida laboral activa. Ama de casa, campesina, estudiante o trabajadora, cientifica, médica, periodista o la más empoderada de las mujeres.
Todas, cuando son tocadas por el don de la maternidad, dejan de ser ellas para convertirse en las más abnegadas mamis para sus hijos. Madres por sus partos o vocación natural, que las hay y muchas, reciban nuestras más sinceras y amorosas felicitaciones,
Amor de madre
Ellas, nuestras madres, son el pilar que sostiene nuestras vidas, y aún cuando ya no estén físicamente, nos siguen acompañando y su recuerdo es impulso y paliativo para continuar adelante, como querrían.
Ninguna mujer nace siendo madre, ni cuenta con manuales o recetas para emprender el dulce pero difícil y largo camino de la matenridad.
Sabias e incondicionales para guiar, amar y proteger a su descendencia, el amor de madre es infinito y sus brazos los más protectores y dispuestos a cobijarnos, sin importar tiempo ni edad, solo están ahí como guardianes y salvaguardas de sus hijos, porque su amor todo lo puede.
Ellas, las que ya no están, las que se estrenan en la maternidad y se crecen en sus avatares, a las que las arrugas de la vida les surcan el rostro, nuestro recuerdo, respeto y amor incondicionales.
Protagonistas de lo bello
Ecuánime, dulce, sabia, pero sólida en sus exigencias y férrea en la adversidad, mamá sabrá darle siempre al hijo o hija la respuesta inteligente que esperan de ella.
Sus pequeños, una vez que crezcan, entenderán mejor sus muchos e infinitos desvelos. ¿Y qué mejor pago que la confianza de sus hijos, su respeto y admiración eterna?.
Fuentes de amor y sabiduría, ellas, las madres, se crecen y hacen malabares con tal de que sus hijos no sientan las carencias y complejidades del día a día, y desde la calidez de sus ojos y lo profundo de sus corazones, alumbran de felicidad a sus retoños, sin los miedos e incertidumbres que irrumpen los senderos de la vida materna.
Protagonistas de lo cotidiano, de miedos y aciertos, goces y sueños, ellas son, eso: madres y todo lo bello que esa palabra única representa.