Cuando murió, el 29 de octubre de 1902 en París, Émile Zola era el más criticado e imitado de los novelistas de la época.
Se le llamó el buey del naturalismo por el sentido básico que dio a sus novelas: pinturas cuyas tramas revelan la angustiosa existencia de personajes y ambientes; entre sus aportes a la literatura están la aplicación de modernos conceptos de la ciencia psicológica y de las leyes de la herencia mental.
Las obras de Émile Édouard Charles Antoine Zola traen el mensaje de un microcosmos vinculado con la alta política, las finanzas, los bajos fondos, o el campo, y en su lectura la sociedad queda al desnudo, sin licencias hipócritas.
Escritor, novelista, periodista y dramaturgo, es el padre y mayor representante del naturalismo literario y pilar en el desarrollo del naturalismo teatral; se halla entre los novelistas franceses más traducidos.
¡Yo acuso!
Émile Zola se implicó en el Caso Dreyfus, capitán francés Alfred Dreyfus, de origen judío, culpado falsamente por espía y entregar documentos a los alemanes; en un entorno antisemita, escribió artículos en los que asoma la frase la verdad está en camino y nadie la detendrá.
En enero de 1898 el diario La Aurora divulgó ¡Yo acuso!, carta pública al presidente de su país, Félix Faure, en la que atacó al poder militar; los 300 mil ejemplares ayudaron a dar otra mirada del proceso, cuyo verdadero traidor era el comandante Walsin Esterházy.
Lo que sucedió luego es historia de años: Dreyfus fue condenado y el escritor sufrió un juicio por difamación, notable por violencia e incoherencias, estuvo encarcelado, pagó multa y enfrentó el exilio.
Émile Zola dijo de su ¡Yo acuso! que salió como un grito, que todo lo había calculado y sabía lo que arriesgaba.