Hoy la historia viste de mujer. De aquella protagonista de múltiples batallas. La que supo salvaguardar el testimonio documental de la Revolución Cubana, bajo un agudo sentido de la historia, pero también desde el celo y la pasión por nuestra identidad.

De llano y de montaña; real y de pueblo, con una trayectoria de intransigencia revolucionaria pero también de profundo amor, nuestro perpetuo respeto y distinción a la infatigable Celia Esther de los Desamparados o simplemente Celia Sánchez Manduley.

Pero no solo la memoria histórica acoge su hacer revolucionario y una obra humanista que extendió por toda la isla infundiendo y creando valores políticos, ideológicos y morales sobre el proceso. Su personalidad quedó inmortalizada en el arte; en plurales instantáneas que son vistas desde aristas sociológicas o presupuestos que perfilan el papel de la mujer a través de plurales representaciones iconográficas.

Más allá de la simple idea de la belleza, Celia aparece asociada al comportamiento moral, por lo que las alabanzas a sus virtudes, e incluso a su fe, poseen también la intención de enseñar a mirar al mundo con nuevos ojos. Por ello, la persistencia de imágenes que la muestran más cercana en su bregar cotidiano; activa y trabajadora.

Se trata de fotografías que se alejan del retrato de corte o de representaciones simbólicas, y sí de momentos cambiante de la heroína, en reflejo de un arte que busca otras visiones de su universo. Entonces, bebe de la realidad y de la cultura, de una mujer sencilla y reconocible en una postura estética.

Con una fuerte carga visual, las instantáneas versan sobre una Celia que adquiere libertad donde existe un juego visual de volúmenes, movimiento y contrastes. Donde se construye, además, una narrativa otra, paralela a lo que se ve, y se hace perceptible en interrogación y búsqueda que focaliza en género e identidad. Imágenes como procesos decisivos, instantes que ayudan a entender los hechos ocurridos e incluso, formas de pensar.

Desde este punto de vista, las fotografías constituyen escenarios en los que Celia se convierte en la figura o el deleite sosegado de la obra como experimentación o como reflejo del subconsciente. De ahí que las miradas desde lo cultural llegan al espectador contemporáneo, y cobran interés en quienes acompañan y sienten el compromiso histórico y político.

Entonces, el valor de las instantáneas recae en el interés por ilustrar parte de la memoria de un país. Un testimonio visual y gráfico que tiene el poder de despertar los sentimientos de quienes las observan. Simplemente, imágenes que cuentan historias y tratan de revalorizar ese apartado concreto que es el patrimonio inmaterial o el valor testimonial documentado.

Duradera y memorable. Cualesquiera que hayan sido sus autores, el objetivo era el de desarrollar un universo gráfico, donde la documentación visual fuera la principal fuente de información sobre la obra de Celia. Aquella que precisa el observador para comprender la evolución de una etapa de su vida. Sin dudas, una manera de legar y de arrancarle al paso del tiempo parte de sus fondos historiográficos, para que la Flor más autóctona de la Revolución Cubana no desaparezca de la memoria colectiva.