“Te he dicho un millón de veces que te levantes”, dice el padre con tono admonitorio, aunque solo ha regañado al hijo tres veces. La exageración es un recurso expresivo llamado Hipérbole, que con frecuencia encontramos en el habla cotidiana.
Si Gladys vive “donde el diablo dio las tres voces”, o “caen rayos de punta”, o “el ladrón escapó como un bólido”, o “en la guagua veníamos igual que sardinas en lata”, o “lo que está cayendo es un diluvio”, empleamos un lenguaje hiperbólico; o sea, exagerado, para ilustrar mejor nuestro mensaje.
Tales recursos resultan de intercambios con la poesía. En la Égloga Primera, Garcilaso de la Vega lamentaba: “¡Oh, más dura que mármol a mis quejas, y al encendido fuego en que me quemo, más helada que nieve, Galatea!”
A la hora de expresar similitud
En sus Versos Sencillos, José Martí escribió: “Mi verso es como un puñal que por el puño echa flor…” A esa figura literaria encabezada por el adverbio de modo como, se le llama Símil y puede estar presidida por otras expresiones de comparación como Igual que, Parecido a, Semejante a… Este recurso es igualmente utilizado en el habla común, y nos hace expresarnos en lenguaje figurado cuando decimos que “la calle está oscura como boca de lobo”, o que algo fue tan fugaz que “duró como un merengue a la puerta de un colegio”, o que alguien “trabaja como un mulo, como un caballo, como una fiera…” También es símil cuando se dice que alguien “es tan vago como la quijá de arriba”.