Redactó: Roger Ricardo Luis

La Habana, Cuba. – Por estos días, Juan Formell está presente en la mente de millones de cubanos por la celebración de sus 80 años de vida.

Mi primer contacto con él y sus Van Van fue en 1969; entonces la novel agrupación fue a tocar en el terreno de baloncesto de la Escuela Vocacional de Vento, donde estudiaba.

Al principio, pocos fueron a ver aquel grupo desconocido porque al día siguiente teníamos, ni más ni menos, un examen de Química. Pero la música subió a las aulas y la nueva sonoridad surtió la magia del flautista de Hamelin, y bajamos al terreno deportivo hasta entrada la madrugada, en lo que se nos antojó un maratón bailable.

Al otro día, al enfrentar la prueba de marras, muchos de los allí presentes experimentamos la crudeza del refrán que reza: “¡A un gustazo, un trancazo!”, y ante la terca realidad nada mejor que pensar: ¡Suspensos, pero contentos!

Recuerdos vanvaneros

Van Van se fue apoderando de las fiestas estudiantiles compitiendo de tú a tú con Los Beatles y Los Rolling Stones.

En una escuela al campo interpretábamos canciones vanvaneras con la música que le sacábamos a los machetes de cortar caña, con las cucharas de comer, hasta que a los gritos de ¡Vagos! del jefe de lote, nos dispersábamos muertos de risa.

Recuerdo a una compañera de trabajo vestida con maxifalda, montada sobre finos tacones, llegar a una fiesta con Van Van, pero cuando comenzó el rumbón, se remangó la falda hasta la rodilla, sacó de la cartera unos tenis y bailó hasta que el elegante moño que coronaba su cabeza se deshizo de tanta gozadera.

La memoria me lleva al caraqueño Parque del Este donde ellos tocaron; esa noche, desoyendo las normas de seguridad, los médicos cubanos bajaron de los cerros para hacer la rueda de casino más grande jamás vista por esos lares.

Formell por siempre

Músico, bajista, compositor arreglista y director de orquesta, a Juan Formell se le reconoce como el Mozart cubano.

La última vez que lo vi fue en un acto de homenaje a trabajadores de la cultura, en la CTC Nacional; ahí estaba, no en primera fila, sino entre el grupo, como uno más de los galardonados: sencillo, amable, caballeroso, buena gente, recibiendo el cariño de sus seguidores.

Apenas si pudo estar sentado en el lapso previo al inicio de la ceremonia, pues todo el mundo quería saludarlo, hablarle de una canción preferida y, por supuesto, tomarse una instantánea de recuerdo.

Yo estaba entre ellos, pero no le pedí hacernos una foto; “Será en otra oportunidad”, le dije con resignación a una fotorreportera amiga que cubría el acto, quien me reprochó no haber aprovechado la ocasión, y es que a veces uno piensa que para gentes como él, la vida física es infinita.

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