Por: Joel García

La Habana, Cuba. – El pasado 22 de abril uno de los peloteros más queridos de la capital y de Cuba cumplió 57 años.

Tras recordar varios pasajes de un libro en preparación solo atiné a felicitarlo con una frase: lo hago por los muchos que quisieran hacerlo y no pueden.

Javier Méndez es todavía para los capitalinos y una buena parte de los seguidores del béisbol en el país, el jardinero central de los “guantazos”, uno de los bateadores de más tacto de nuestro país, el pelotero de lesiones y enfermedades en momentos cumbres, el zurdo que guió a Industriales a un campeonato de ensueño en el 2003 y anotó la carrera en 1986 cuando Marquetti decidió con jonrón.

Los más jóvenes quizás no recuerden cómo fue posible que se eternizara su número 17, que lo acompañaría hasta su retiro, cuando parecía estar como el vino: más añejo y mejor.

Un guantazo azul

Javier Méndez debe contar a las futuras generaciones las miles de historias vividas en sus 22 Series Nacionales, los sufrimientos en cada derrota y campeonato no conquistado, la convivencia con la fama sin perder nunca la sencillez, la fidelidad a su gente, a su pueblo, a su país, a sus Industriales queridos.

Quizás, pocos peloteros de la capital y del polémico equipo Industriales tengan tanta simpatía en toda Cuba como él, ganada a fuerza de batazos oportunos; de memorables fildeos y de una compostura modesta y humilde sin dejar de ser fuerte y recia sobre el terreno.

En su labor actual como metodólogo provincial de béisbol, Javier Méndez sabe que aún le queda mucho conocimiento por repartir, aunque la mayoría de sus amigos no pierden la esperanza de volverlo a ver algún día timonear la nave beisbolera de la capital con su acostumbrado guantazo azul.

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