Las drogas, el alcohol, el tabaco, la comida; son quizás las sustancias consideradas clásicas generadoras de adicciones, sin embargo, no son las únicas.

Las sociedades cambian, surgen nuevos estilos de vida y, lamentablemente, también se forjan nuevas adicciones. En las sociedades de mercado consumista, donde se pone énfasis en el individualismo, muchas personas sienten que poseer y comprar son sinónimos de felicidad.

Cremas milagrosas, electrodomésticos que se modernizan minuto a minuto, ropa que pasa de moda en semanas, accesorios inútiles, son varios de los tantos objetos que se compran sin necesidad verdadera y caen prontamente en desuso para ser  archivados en una caja o en un closet.

Es una adicción en toda regla que, si bien en su máxima expresión afecta a poca gente, es más común de lo que pudiera pensarse.

Gastar hasta el último centavo

La adicción al consumo y la compra irreflexiva pueden derivar en problemas personales. Cuando ir de compras deja de ser una acción para cubrir una carencia, y se convierte en una necesidad en sí misma puede que estemos ante un caso de adicción a las compras.

En la vida actual no sólo sentimos cada vez mayor dependencia de nuevos bienes materiales y derrochamos los recursos, sino que el consumo se convierte, con lógicas variaciones según el país de que se trate,  en un elemento de significación social.

La compra genera supuestamente en la persona adicta una satisfacción inmediata, con la que cree llenar su vida de sentido y con la cual consigue borrar temporalmente sus problemas.

El peligro radica en que las necesidades básicas pueden cubrirse pero las ambiciones o el deseo de ser admirados son insaciables.