Reclinado entre almohadones, el legendario Giuseppe Garibaldi se despidió de amigos, de las olas del mar atisbadas desde las ventanas y de los pajarillos que había enseñado a no temerle.

Era el atardecer en Caprera, el 2 de junio de 1882 y la última orden del guerrero por la unidad y la libertad de Italia fue dar de comer a las aves después de su muerte.

Así partió el Héroe de ambos mundos, como le llamó el sabio Fernando Ortiz; terminaba una vida de 75 años en los que fue detenido por la policía de nueve países, condenado a muerte por el Reino de Cerdeña, asaltado por piratas, herido en batallas y ascendido a general de varios ejércitos y miembro de otros tantos Parlamentos.

Giuseppe Garibaldi dijo una vez: “Yo no amo la guerra. Han sido las lágrimas de los oprimidos las que me han puesto la espada en el puño”.

¿Garibaldi en Cuba?

Giuseppe Garibaldi no solo sostuvo pasión por la unidad de Italia; su paso por América dejó improntas en Brasil, Argentina y Uruguay, donde defendió las causas revolucionarias.

Más controvertida es la afirmación de si estuvo o no en La Habana; al respecto, el historiador Enrique Pertierra en su libro Italianos por la libertad de Cuba, afirma que lo hizo de incógnito, bajo el seudónimo de Joseph Pane.

Y la investigadora Anna Tola halló en el Museo Estatal de Palermo, el diario de a bordo del vapor Georgia, escrito en 1850; allí Garibaldi anotó condiciones del viento, ocurrencia de sucesos, llegada a La Habana y una estancia de días en noviembre y diciembre del mismo año.

Giuseppe Garibaldi escribió a la cubana Emilia Casanova: “Con toda mi alma he estado desde el principio con vuestra gloriosa revolución. Yo estaré toda la vida con los oprimidos”.