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Aviador, poeta y filósofo, el humanista francés Antoine de Saint-Exupéry legó páginas sobre el valor de los hombres, perdurando en ellas la virtud, el amor y la amistad, por encima de toda desolación.

Partió el treinta y uno de julio de mil novecientos cuarenta y cuatro y de él no se encontró ni el cadáver ni restos del avión, luego de la decimosexta travesía en los días aciagos de la segunda conflagración mundial.

Quedó en el mar Mediterráneo, abatido por un avión alemán mientras realizaba reconocimientos por el sur de Francia, y aunque la hipótesis está por confirmar, varios días después se localizó en Marsella un cuerpo con traje militar, que se presumió del escritor.

En 1998 se encontró el brazalete de plata con los nombres de Antonie Saint-Exupéry y su esposa Consuelo  Suncin; luego, los restos del avión, certificados como la nave del escritor.

El pequeño príncipe

Uno de los escritores franceses más relevantes del siglo veinte es Antoine de Saint-Exupèry, autor del libro universal El Pequeño Príncipe.

Es tanto el simbolismo de ese texto que se han vendido más de doscientos millones de ejemplares, se estima el mejor libro francés del siglo veinte y ha sido traducido a más de doscientos cincuenta idiomas y dialectos.

Y es que los hombres, por incontables que sean las adversidades, no renuncian a los valores que los hacen fuertes como seres y que mucho tienen que ver con la solidaridad, la comprensión, la ternura y, por sobre todas las cosas, la comunicación.

Como una premonición, Antoine de Saint-Exupèry desapareció sin dejar rastros, igual al final que escribió para su Pequeño Príncipe, monumento a la sensibilidad, libro-poema icónico de millones de personas que sienten que cuando hay amigos, hay esperanzas para el hombre.

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