Por Marilys Suárez Moreno

Los hombres que debían partir la tarde de aquel lluvioso 24 de noviembre de 1956, convergieron en la pequeña ciudad de Tuxpan, donde se encontraba fondeado el yate Granma.

Desde días antes, el líder del movimiento y jefe de la expedición, Fidel Castro,  había convenido la fecha de partida.

De diferentes y lejanos lugares del territorio mexicano donde se encontraban los campamentos y centros de entrenamientos, debían salir los grupos de reclutas con suficiente antelación.

El Distrito Federal, Veracruz y Tamaulipas eran centros de silenciosa movilización. Salvo unos cuantos responsables encargados de conducir las armas y los hombres, nadie más conocía el destino de aquel viaje. La discreción era extrema.

Destino Cuba

El carácter y la perspectiva de la lucha que se avecinaba, se perfilaba con nitidez en la mente del jefe indiscutible de aquel grupo de hombres.

Nadie preguntaba, nadie hablaba. Uno y otro abrazo silencioso era el saludo emocionado de los que desde tiempo atrás no se veían.

Para llevar adelante la misión propuesta, Fidel, al igual que Martí en su época, proyectó un recorrido por Estados Unidos con el propósito de vincular el Movimiento 26 de Julio a los cubanos que desearan colaborar y, a la vez, reunir a la dispersa emigración cubana en ese país para estructurar una base de recaudación de fondos y costear la expedición.

Era la una de la madrugada del 25 de noviembre de 1956, cuando el Granma, apagadas las luces, en total silencio, enfilaba hacia Cuba.

Fidel cumplió su compromiso

Según los cálculos realizados, el yate Granma debía alcanzar las costas cubanas al amanecer del quinto día de navegación, pero la diferencia en la velocidad de crucero de la embarcación, unido al mal tiempo, la sobrecarga y la rotura de uno de sus motores imposibilitaron el arribo en la fecha prevista: 30 de noviembre.

Mientras, en Cuba, el Movimiento había organizado grupos de apoyo al desembarco a lo largo de toda la costa suroeste oriental.

Frank País, jefe nacional de acción del Movimiento, lideraba la red de apoyo al desembarco, ocurrido el 2 de diciembre.

Desde un pequeño receptor, los expedicionarios captaron la noticia de gran significación para ellos y enseguida comprendieron la magnitud y la causa de todo aquello. Cumplía así Fidel su compromiso con la historia.