Entre los jefes mambises que acataron la orden de levantamiento en armas el 24 de febrero de 1895, estuvo el santiaguero José Guillermo Moncada Veranes, «Guillermón» sus compañeros los nombraban así, por su estatura, corpulencia física y arrojo en el combate.

Guillermón Moncada se había sumado a la lucha por la independencia desde el comienzo en el 68, y participó junto a maceo en la Protesta de Baraguá.

Durante la Guerra Chiquita, se mantuvo dando batalla todo un año hasta que obligado por las circunstancias, tuvo que deponer las armas, fue capturado y enviado a prisión en España.

A su regreso jamás dejó de conspirar por esa causa ya en Cuba sufrió encarcelamiento otra vez y su salud se deterioró ostensiblemente pero Guillermón Moncada  siempre antepuso el servicio a la patria ante cualquier dificultad.

No se lloran, se imitan

A pesar de encontrarse muy enfermo el General Guillermón Moncada mantuvo la palabra empeñada con José Martí y el Partido Revolucionario Cubano, de sostener la guerra hasta el arribo a Cuba de los principales jefes.

El 5 de abril de 1895, la tuberculosis contraída en las masmorras de prisiones colonialistas, cegaba la vida de Guillermón Moncada, murió en el campamento de Joturito, Mucaral, Alto Songo, pero antes le entregó su región militar a Bartolomé Masó y confió la fuerza subordinada a Victoriano Garzón; la guerra necesaria perdía en sus inicios a uno de los jefes más queridos y admirados.

El dolor recorrió las filas mambisas por esa ausencia irreparable y entonces se escuchó la voz del capitán Rafael Portuondo Tamayo, su ayudante, quien con energía dijo: los hombres como el General Moncada no se lloran, se imitan.