Henry Reeve nació en Brooklyn, Nueva York, el 4 de abril de 1850, en el seno de una familia presbiteriana de la clase media que proporcionó al hijo una esmerada educación.

Un hecho que marcó su adolescencia fue el asesinato del presidente norteamericano Abraham Lincoln, dejando una profunda huella antiesclavista en Reeve, por lo que se incorporó a la Guerra de Secesión entre los Estados del norte y sur estadounidenses, luchando en las filas del norte anti-esclavista contra los sureños, partidarios de la esclavitud.

Con 19 años fue tenedor de libros en un banco de la localidad, donde entró en contacto con la propaganda de los revolucionarios cubanos emigrados en esa tierra.

Atraído por las ideas que difundían, en línea con sus sentimientos antiesclavistas y liberales, decidió incorporarse a la independencia de Cuba del yugo español.

Rumbo a la Isla

Con la esperanza de llegar a Cuba, Henry Reeve abandonó secretamente el hogar y se involucró en la expedición del Vapor Perrit, al mando del general norteamericano Thomas Jordan, muy identificado con los anhelos de emancipación de los cubanos, desembarcando por la bahía de Nipe en mayo del 69.

Aprendió el idioma español auxiliándose de un ejemplar incompleto de “Don Quijote de la Mancha” confiscado en un asalto, aunque llegó a usar con desembarazo y correcta dicción hasta cubanismos más selváticos.

Fue conocido en Camagüey por el sobrenombre de Enrique el americano, pero en el resto de Cuba, tanto cubanos como españoles, lo conocieron como El inglesito.

A Reeve se le adjudica haber participado en unas 400 acciones combativas, de las que en 10 resultó herido, y se le reconoce haber participado en el rescate del General de Brigada Julio Sanguily.

Valor probado

Apenas llegó Cuba, Reeve cayó prisionero y sometido a la pena de fusilamiento en masa. Los impactos que recibió durante la ejecución no fueron mortales y logró escapar.

Desde entonces, incontables fueron los combates y muy graves las heridas hasta el punto de destrozarle una de sus piernas, lo que no fue impedimenta para seguir en la batalla.

Sobre Reeve apuntaría Máximo Goméz: “es de un carácter puramente militar, une a un valor probado una rectitud y seriedad poco comunes en su modo de mando. De ahí que sus soldados a la vez de un respeto profundo le quieren como un padre”.

Cuando desplegaba una campaña entre Colón y Cienfuegos, Henry Reeve supo de la presencia enemiga y cargó contra ellos, pero en desigual combate ordenó la retirada, resultando gravemente herido. Muerto su caballo y ya sin fuerzas, Reeve se disparó en la sien el 4 de agosto del 76 para no caer en manos enemigas.

Ejemplo de solidaridad

Al morir Henry Reeve contaba con 26 años, siete de su juventud dedicados a la libertad de Cuba.

Tras caer en combate, patriotas cubanos escribirían a la madre de El Inglesito: “Movido de sus generosos impulsos, pisó estas playas, joven y fogoso legionario de la libertad, sin más títulos que su ardoroso entusiasmo y su firmísima resolución de luchar por la independencia de Cuba, a la que desde entonces adoptó y amó como su patria”.

Sobre el hecho dijo el Doctor Eusebio Leal: “Impresionaba el disparo en la sien, como símbolo del valor y el decoro militar, los tiros de la ejecución fallida en la caja torácica, y la marca de otras tantas magulladuras.

Pero sobre todo la pierna, la pierna deshecha, atada con cueros y varillas de metal”. Como tributo a su valentía, médicos cubanos conforman la brigada que lleva su nombre para prestar ayuda a pueblos necesitados.