Desde que la insigne camagüeyana Ana Betancourt alzara su voz en la tribuna de la Asamblea Constituyente reunida en Guáimaro en 1869 para reclamar los derechos de la mujer, las cubanas han sido un factor de primer orden en las luchas históricas de nuestro pueblo.
Sobran ejemplos de su coraje, entrega y patriotismo, demostrando la veracidad del apotegma martiano: Las campañas de los pueblos solo son débiles cuando en ellas no se alista el corazón de las mujeres.
Desde hace casi siete décadas, el Día Internacional de la Mujer en Cuba, discurre por derroteros de fiesta, alegría y compromisos.
Esta mujer que hoy se crece en su cotidianidad, es continuadora de aquella que en los años fundadores ayudó a cimentar con su esfuerzo la obra de la Revolución.
Con rostro de mujer.
Hoy encontramos a la mujer en cada conquista de la Revolución, abriéndose paso entre vicisitudes y triunfos, feliz de los éxitos alcanzados en la forja de la patria nueva.
Tal como lo hicieran en los primeros años milicianas y alfabetizadoras, porque todavía andan con la divisa de estar donde se es más útil.
Simiente de cuanto fruto hermoso da la vida, las cubanas muestran cada día que congeniar trabajo, familia, superación, empoderamiento, no es empeño fácil, pero se logra.
Altiva, digna, combativa, con el mismo fervor revolucionario de los años fundacionales, las mujeres nuestras son esencia misma de la vida. Hermosas, particulares, virtuosas, jerarquizan con su obra la sensibilidad. Honrarlas es merecer la virtud.
Felicidades todos los días.