Por: Sealy Gardón

La muerte está enojada porque no puede matar más de 400 melodías ni tiene potestad para callar los corazones que tararean a Armando Manzanero. Lloverán muchas lágrimas esta tarde, auguró un amigo.

Manzanero conocía un secreto que no se guardó: el poder transformador del amor. Debió experimentarlo en sus 85 años cuando insistió tanto en el empeño de enamorarnos de la vida, en restañar las heridas y preparar el alma para nuevos intentos.

Su voz hizo creer que el amor no es utopía, sino la única manera posible de vivir, de andar este camino de espinas que es el mundo sin que muera el alma antes que el cuerpo.

Ya ganaste, Manzanero, lo más grade de este mundo, el mutuo amor profundo de millones que hoy cantan como lo hicieras tú: Todavía guardo un verso y un suspiro para darte; si me faltas, no me canso de extrañarte.