Granma, Cuba. – Las festividades rurales del oriente cubano, sin la música de órgano, pierden su esencia, asevera la instrumentista bayamesa Ariadna Villareal Rivero.
Afirma que al organizarse celebraciones colectivas, aunque hay opciones para bailar, la presencia de los afamados organilleros seduce al público.
La gente canta las melodías y danza con pasión y donaire. Lo indica una dama que defiende, con carácter supremo, toda manifestación folclórica nacional. Y sus consideraciones adquieren mayor peso, porque ha ido del dicho al hecho: ella, junto a otras cinco jóvenes granmenses, conformaron el Órgano femenino de Bayamo.
Confirma que para estructurar un concierto en la calle o en un batey, el andamiaje técnico no es muy exigente: se alinean instrumentos y se acomoda la caja de madera con manigueta, tubos de cobre y partituras de cartón. Y entonces, se escucha la maravillosa música costumbrista.

Un sonido encajonado
Expertos y bailadores coinciden en que el hechizo de la música de órganos tiene pocos iguales, asegura la percusionista Ariadna Villareal.
Avala que la sonoridad peculiar que hace tamborilear al más reticente de los espectadores, se logra con los acordes del violín, la viola y el chelo, y la conjunción de pailas, tumbadoras, guayo, cencerro, maracas y timbales. Comienza, así, un ritmo asombroso y regocijante, diría el investigador y musicólogo Bladimir Zamora.
Para sacar belleza sonora al órgano oriental, deben accionarse dos maniguetas, escribió el ejecutante manzanillero Lino Borbolla Vargas.
Explica este heredero de ese fascinante oficio, que una manivela mueve los rollos de cartón calados con notas musicales; la otra, hace girar un fuelle que suministra aire y al pasar por los agujeros produce diferentes acordes. Entonces, el ambiente se transforma, para bien de los bailadores.

Patrimonios musicales
Tras fusiones magníficas, la música cubana se expandió hacia América y Europa. Mientras fue calando en los públicos, su connotación artística y folclórica creció.
Dijo el musicólogo Emilio Grenet, que antes del danzón, changüí, son o mambo, ya la música denominada molida imperaba en las geografías de Cienfuegos y Manzanillo.
En el presente, no hay jolgorio campesino que prescinda de ella, reconoce el cantautor bayamés El Ruiseñor. A nivel rural, la melodía del órgano oriental supera las cotas populares del dinámico y desenvuelto Son y del ágil y galante Mambo.
Por eso, el órgano musical femenino Puro Sabor, de Bayamo, es tan reclamado en carnavales, eventos y fiestas de barrio, confirma la instrumentista Ariadna Villareal Rivero.
Para bien del pentagrama cubano, en tierras granmenses funcionan más de 20 órganos, que dan vida a la cultura comunitaria.