Mi adicción aumentaba a un ritmo constante y, antes de darme cuenta, me había convertido en un alcohólico. Cuando decidí dejar de beber me quedé despierto casi toda esa noche, y al mediodía siguiente me dolían todos los huesos del cuerpo.
Estas son solo dos anécdotas de las miles que cada semana se viven en psicoterapias de grupo de adicciones en hospitales capitalinos.
Considerada una de las drogas más consumidas en nuestra sociedad, el alcohol acompaña hoy a muchas personas en sus actividades sociales y es aceptado como un aliado placentero de las relaciones íntimas.
Quizás, esa percepción ha contribuido a extender su consumo, no sólo entre los adultos, sino también entre los jóvenes y adolescentes, que se inician en edades tempranas por el peligroso camino del alcohol.
Con voluntad y ayuda
Ingerir bebidas alcohólicas durante la adolescencia puede causar un daño permanente en la función cerebral, principalmente en lo relacionado con la memoria, habilidades motoras y coordinación.
El alcoholismo es una adicción que puede ahogar tu vida, pues no sólo tiene múltiples consecuencias físicas, sino también psicológicas. En cuanto a la forma en que afecta a la mente el alcohol, se comprende mejor si se ve como una droga que reduce la posibilidad de la persona a pensar de forma racional, y también distorsiona su capacidad de juicio.
Está clasificado como depresivo, por lo que disminuye las funciones vitales, provocando un lenguaje mal articulado, inestabilidad de movimiento, percepciones alteradas e incapacidad para reaccionar con rapidez.
Ahogar las penas en un vaso con alcohol no será nunca la solución; salir de ese problema es posible con voluntad y ayuda.