La Habana, Cuba. – Tal vez no sea tan emblemático como el de La Habana, pero el Castillo de San Pedro de la Roca o Morro de Santiago de Cuba es tan majestuoso como el primero y, por sus valores históricos y arquitectónicos, mereció en 1998 la categoría de Patrimonio Mundial de la Humanidad, que confiere la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Construida sobre un promontorio a la entrada de la bahía santiaguera, la referida fortaleza se caracteriza por tener un declive de 60 metros entre la plataforma superior y el nivel del mar.
En su peculiar diseño se entremezclan rasgos de los estilos gótico español, románico y renacentista.
La edificación del Morro de Santiago de Cuba fue una necesidad ante el constante asedio de corsarios y piratas en el siglo XVII.
De pequeño fortín a castillo feudal
El conquistador Diego Velázquez fundó Santiago de Cuba en 1514, y cinco años después ordenó construir un pequeño fortín para velar por la seguridad marítima de la villa.
Su sucesor, Manuel de Rojas, lo suplantó por un torreón, allá por 1544. Pero ese baluarte resultaba ineficaz. En lo que quedaba de siglo, Santiago de Cuba fue tomada tres veces por corsarios y piratas franceses.
Ya en el siglo XVII la piratería inglesa tendría un papel protagonista en la zona del Caribe. Sus ataques dejaron en ruinas un fuerte mandado a edificar por Don Pedro de la Roca, que fue reconstruido hacia 1633 por Pedro Bayona.
Los gobernantes españoles que fueron sucediéndose añadieron reformas a la fortificación, y ya a mediados del siglo XVIII tenía la misma fisonomía que hoy.
Testigo de la historia
Las baterías del Castillo de San Pedro de la Roca dispararon por última vez en 1743, cuando puso en fuga a la escuadra inglesa del Almirante Knowles.
Y desde sus baluartes, los militares españoles presenciaron el sacrificio inútil de los viejos cruceros al mando del almirante Pascual Cervera, cuando en 1898 salieron a enfrentarse a los acorazados norteamericanos.
Aquel episodio inauguraría seis décadas de neocolonia en Cuba, pues las tropas interventoras estadounidenses también impidieron la entrada a Santiago de Cuba de las fuerzas mambisas que habían desgastado el poder de la metrópoli española.
Con su impresionante arquitectura, la fortaleza del Morro, a la entrada de la bahía santiaguera, embellece la fisonomía de la ciudad, con el Mar Caribe y la Sierra Maestra como complemento.