Por: Roger Ricardo Luis
La Habana, Cuba. – Cuando años atrás este periodista preguntó a Román García cómo recordaba a Celia Sánchez, cerró los ojos y dijo: Ahora mismo la veo como un colibrí revoloteando por toda la Sierra; esa fue la impresión que me dio cuando la conocí, allá por 1957, y llevaba un mensaje del Che para Fidel.
Ese día, dice el arriero que al verla por primera vez, no podía creer que en esa mujercita delgada, inquieta, enérgica y cariñosa pudieran caber todas las cosas hermosas que había oído de su persona.
En lo que ella me explicaba dónde encontrar al Comandante, sentimos el ruido de un motor en el cielo, era un avión batistiano y vino el ametrallamiento, todos buscábamos dónde protegernos, pero Celia empezó a preguntar por Fidel y nadie le sabía decir.
Oiga, sin dar tiempo a pararla, salió como una centella a buscarlo y no paró en medio de la metralla hasta encontrarlo; ¡era guapa esa mujer, compay!.
Ángel de la guarda
Román García, arriero de la tropa del Che Guevara y Camilo Cienfuegos, dice que si Fidel Castro iba a algún lugar, Celia Sánchez, sin que nadie se diera cuenta; lo hacía delante, ligerita, para ser la primera en afrontar al peligro.
Otras veces caminaba detrás o a su lado, como ángel de la guarda, y se preguntaba cómo seguía las zancadas del Jefe en el lomerío aquel: Era como si la lealtad se hiciera carne, hueso y alma en ella; tras el triunfo, cuando sabía que acompañaba al Comandante por los países, se decía: ¡Celia es el pueblo que cuida a Fidel!.
Un día llegaron los compañeros del Partido a la casa de Román García en Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en Las Mercedes, con la nueva buena de ir a La Habana.
Dijeron que era a un encuentro con campesinos colaboradores y combatientes del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, enseguida pensé: ¡Esas son cosas de mi flaca Celia!.
Con Celia en La Habana
Cuando llegamos a La Habana, Celia Sánchez iba de un compañero a otro descubriendo, entre arrugas y canas, a sus viejos guajiros, dijo el arriero de la Sierra Maestra, Román García.
Para cada uno tenía un cariño, un recuerdo de la guerra; hasta reunió a los dirigentes de la Revolución para que compartieran con nosotros el día en que Fidel nos puso la medalla XX Aniversario.
Cuenta que el día de la condecoración, ella se apareció temprano y fue uno a uno arreglándole el cuello de la camisa, peinándolos con sus dedos, y decía: Tienen que estar lindos para que las viejas los vean buenos mozos en las fotos que se van a llevar.
Román García concluyó: He perdido a seres muy queridos y uno nunca se resigna al hecho, y así nos pasa a los cubanos con Celia Sánchez; hay veces que me digo: ¡Caray, si este pueblo no fuera agradecido no hubiera Revolución!.