La Habana, Cuba. – Al retornar de una misión en Nueva York, dispuesta por la Cámara de Representantes de la República de Cuba en Armas, Luis Ayestarán Moliner fue hecho prisionero por fuerzas españolas en Cayo Romano, al norte de Camagüey.
Tras una causa breve de 6 días, dictaron pena capital y murió en el garrote vil el 24 de septiembre de 1870, en las faldas del Castillo del Príncipe; tenía 24 años.
El aristócrata devenido patriota dicen que llegó al patíbulo sin quejas ni arrepentimientos; la noche antes había escrito a la madre: “Moriré como he vivido; con conciencia de haber cumplido mi deber, de no haber hecho mal a nadie y sí mucho bien a infinidad de personas”.
Coronel del Ejército Libertador y miembro de la Cámara de Representantes, Luis Ayestarán Moliner había participado en 23 combates, casi todos bajo las órdenes de Ignacio Agramonte.
Una calle habanera
Luis Ayestarán Moliner fue el primer habanero en unirse al naciente Ejército Libertador, el 20 de noviembre de 1868.
En su honor, una de las más transitadas arterias de la capital lleva el nombre de ese abogado, graduado de la Universidad de La Habana, y de quien su amigo Ricardo Farrés dijo que no distrajo un momento, ni dispuso de un solo peso de su propio peculio que no fuera para comprar armas y continuar la patriótica campaña.
El Historiador de la Ciudad, Emilio Roig de Leuchsenring, en 1936 se refirió al héroe en uno de sus Cuadernos de Historia Habanera que dedicó a las calles de la urbe.
Allí asentó que el 12 de diciembre de 1904, el Ayuntamiento dio el nombre del patriota a una calle, aunque impropiamente escrito como Ayesterán, y no como se debía: Luis Ayestarán Moliner.