La Habana, Cuba. – Con la limpieza y la desinfección, tan malo es pasarse como no llegar. Si bien nadie discute que eliminar los microbios del agua y la leche ha ayudado a reducir la mortalidad infantil y ha salvado millones de vidas, llevar la pulcritud al extremo puede tener consecuencias negativas.

Es lo que defiende la hipótesis de la higiene, y cada vez hay más estudios que le dan la razón. Hace poco alergólogos suecos demostraron que los niños que viven en casas donde se lavan los platos a mano y se compra comida directamente de las granjas sufren menos casos de asma, rinitis, conjuntivitis y problemas en la piel.

Otra investigación reveló que los menores que crecen en medios rurales y en contacto directo con animales desarrollan menos alergias que los críos urbanitas. Además de que también presentan menos casos de enfermedades autoinmunes como esclerosis múltiple, diabetes y psoriasis.

Sucios pero robustos

Existen linfocitos encargados de responder a los parásitos, que alcanzan cantidades demasiado altas en niños que viven en ambientes limpios.

Es necesario que exista un contacto temprano con los microorganismos para que el sistema inmune tenga las proporciones correctas y aprenda a autorregularse. De lo contrario, la superpoblación de células especializadas en defendernos puede hacer que nuestro organismo sea demasiado sensible y tenga reacciones exageradas frente a sustancias inocuas.

Los inmunólogos aseguran que los gérmenes con los que evolucionamos los humanos cuando vivíamos en contacto con la naturaleza asumieron el rol de poner a punto los mecanismos regulatorios que permiten que nuestras defensas actúen como es debido. Si los eliminamos con una pulcritud extrema, el sistema inmunológico se descontrola.

Por lo tanto, hay que permitir que los niños se ensucien para que crezcan sanos y fuertes.

Exponer a los microbios

El beneficio que supone dejar a los niños que se metan el pulgar en la boca fue demostrado hace poco por investigadores de Nueva Zelanda.

Tras seguir la salud de más de un millar de sujetos desde que nacieron hasta sus cuarenta años, probaron que aquellos que se chupaban el dedo y se mordían las uñas sufrían menos de alergias cutáneas, porque aumentaban su exposición a los microbios.

¿Y qué hacer con los chupetes que se caen al suelo? En la revisa “Pediatría” se lee que es preferible que los padres los limpien metiéndoselos en la boca. Los bebés cuyos progenitores tienen ese hábito apenas desarrollan asma ni dermatitis. Según los expertos, se debe a que los microbios que les transmiten los adultos a través de la saliva estimulan positivamente a su inmaduro sistema inmune.

Por tanto, en los primeros años de vida, el sistema inmune necesita exponerse a los microbios para aprender a combatirlos.

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