Sancti Spíritus, Cuba. – El pasado 8 de diciembre se cumplieron tres décadas y media de que el centro histórico de la villa de la Santísima Trinidad y su Valle de los Ingenios fuera declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como Patrimonio cultural de la Humanidad.
Cada año, por esta fecha, no pocas personas ponen la mirada y el pensamiento en esta ciudad, que palpita entre el mar y la montaña. Se trata de una urbe pequeña y cosmopolita, orgullosa del linaje y la magia que conserva a pesar de sus siglos y que se reconoce como una joya arquitectónica de Cuba.
Bien puede enorgullecerse esta urbe, llena de historias, costumbres y tradiciones, porque ha dejado atrás las huellas negativas del tiempo y mantiene en pie sus más emblemáticas edificaciones, casas, calles, parques, plazas y plazuelas, y también una valiosa cultura inmaterial.
Una ciudad que cautiva
Por su sugerente propuesta del pasado colonial cubano y caribeño, Trinidad ha devenido destino turístico por excelencia, pues al turista, tanto nacional como internacional, aquí hay mucho que mostrarle, comenzando por la singularidad de la arquitectura hasta la tradición de tejidos, bordados, deshilados y elaboraciones alfareras y artesanales en general.
Pero también merece destaque la música, las costumbres campesinas y de ascendencia africana, religiosas, los bailes, y las prácticas culinarias.
Vale resaltar, además, que Trinidad atesora la condición de Ciudad Gastronómica del orbe, la de Ciudad Artesanal del Mundo y Ciudad Creativa. Todas estas categorías han sido conferidas por la Unesco.
Si bien Trinidad es considerada la Ciudad Museo del Caribe, por las numerosas instalaciones de su tipo que existen, ciertamente el más importante museo es la propia urbe.