La Habana, Cuba.- Todavía sonríe con la misma sencillez que aceptó el primer día, allá en su natal Palma Soriano, correr los XX metros para cumplir con una prueba de eficiencia física. Desde entonces su nombre tejió una estela de triunfos inolvidables y el calificativo de La Gorda fue quedando atrás para ser Ana Fidelia de Cuba.
Su admiración por el líder de la Revolución no llegó solo con el segundo nombre escogido por su madre. La doble campeona mundial reconoce que Fidel fue el padre que le dio aliento en cada carrilera, al lado de su cama tras el accidente doméstico en 1993 y cuando al retirarse le pidió una foto con ella para ponerla en su oficina.
“Soy un resultado de las buenas clases de Educación Física que se daban en los años 70 y del deporte participativo. Iba a muchas competencias y no siempre en atletismo, también en voleibol”, recuerda.
Me debo a mi pueblo
Al pedirle a Ana Fidelia Quirot que nos cuente un día normal suelta una sonrisa y comienza.
“Es bastante agitado. Casi siempre puedo realizar muchas cosas a la vez, gracias al apoyo de mi familia. Me cuesta trabajo decir que no puedo ir adonde me invitan. A veces hasta cambio las fechas para poder asistir”, reconoció la también multicampeona panamericana.
Cuando se le pregunta por Cuba es capaz de correr con la palabra para precisar: “siempre he dicho que me debo a mi pueblo. Y eso me lo inculcó mi madre, mi entrenador Blas Beato y Fidel”.
Y continúa: “Tú puedes tener muchos resultados, las medallas más importantes, pero si no eres consecuente con tu gente, puedes pasar sin penas ni glorias”. Una última respuesta es otro oro para la Tormenta del Caribe.
“Siempre he defendido a Cuba con una verdad: no somos perfectos, pero luchamos todos los días por la felicidad del pueblo. Y eso no sucede en muchos países”.