Por: Joel García

La Habana, Cuba. – Corría marzo de 1981 y el Presidente del Comité Olímpico Cubano, Manuel González Guerra, recibió una solicitud especial del titular de la Odecabe, Germán Rieckehoff.

Ante la declinación de Mayagüez para organizar los XIV Juegos Centroamericanos y del Caribe, pedía un esfuerzo a Cuba para asegurar la continuidad de los mismos. Diez días después, la respuesta afirmativa de nuestras autoridades despejó el peligro.

La Habana volvería a acoger la fiesta regional tras 52 años de haber sido anfitriona de la segunda versión.

El reducido tiempo para preparar las instalaciones no restó alegría ni calidad a los Juegos, que fueron honrados en su inauguración con la visita del presidente del Comité Olímpico Internacional, el español Juan Antonio Samaranch.

Agosto deportivo e inolvidable

Miles de cubanos abarrotaron todas las instalaciones deportivas durante agosto de 1982 cuando La Habana acogió los XIV Juegos Centroamericanos y del Caribe.

Más allá de la gustada mascota Cuco, de los récords establecidos y del dolor multiplicado por la derrota en el béisbol, hubo un hecho perdurable para la memoria de nuestro pueblo.

Se trata del relevo largo varonil, donde intervino el bicampeón olímpico Alberto Juantorena, oro en las dos vueltas al óvalo en la propia lid, y último hombre de esa estafeta.

Juantorena recibió el batón con una desventaja de más de 20 metros y la fuerza imponente de sus zancadas acortaron en menos de un minuto tal diferencia para concluir con una ventaja similar a la que fue víctima, y provocar que muchos cubanos saltaran de emoción, incluido el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz.