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Un manifiesto de lealtad del pueblo cubano a sus ideales constituye el Juramento de Baraguá, expresado por Fidel el 19 de febrero del 2000, cuando se reclamaba enérgicamente el regreso del niño Elián González retenido en Estados Unidos.

En Mangos de Baraguá, donde Maceo había protestado contra una paz sin independencia en 1878, Fidel ratificó que Cuba no se rendiría nunca ante el imperio yanqui.

Fue una firme respuesta no solo a las maniobras en torno al caso de Elián, sino también a las agresiones, actos terroristas y la guerra económica contra la mayor de las Antillas.

El líder histórico de la Revolución significó que en ninguna época, en ningún otro sitio se había entablado semejante contienda en el terreno de las ideas y de la ética entre un país tan poderoso y el pueblo de una pequeña isla situada a solo 90 millas.

Legado inquebrantable.

Plena vigencia tiene el discurso expresado por Fidel hace 25 años en Mangos de Baraguá a partir del caso del niño Elián y la batalla de ideas que ello desencadenó.

Tenemos derecho a la paz, al respeto de nuestra soberanía y nuestros intereses más sagrados. Cuarenta años de infamia no han podio doblegar nuestra voluntad de lucha.

No nos hemos cansado ni nos cansaremos, dijo entonces el Comandante en Jefe. Más adelante sentenció que en medio de esa lucha pacífica de ideas, nuestra vida seguirá adelante, continuaremos nuestro épico esfuerzo por vencer las dificultades, por el desarrollo económico y social de nuestra Patria. 

En junio del 2000 Elián retornó a Cuba tras arduas gestiones y cientos de iniciativas desplegadas por el pueblo y, dos décadas y media después, aquel Juramento hecho en Baraguá se alza como legado inquebrantable ante los nuevos desafíos.

 

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