No se trataba de tomar el poder por el poder. La entrada en La Habana de la guerrilla verde olivo no significó el fin de la Revolución, sino precisamente el inicio de una nueva etapa, que como el mismo Fidel advirtiera, sería mucho más difícil.
Por eso, a partir de ahí la sociedad cubana comenzó a vivir un cambio profundo en el que no solo se modificaron las estructuras política y productiva, sino que el humanismo socialista pasó a ser el centro del accionar gubernamental.
Era el inicio de una Revolución de nuevo tipo, que desafió incluso los cánones del marxismo y, desde la praxis, estableció una forma diferente de gobernar. El líder, multiplicado, pasó a atender cada asunto en los lugares más inesperados.
Así, la Ley de Reforma Agraria se firmó en plena Sierra Maestra o Fidel tomó decisiones bajo la intensa lluvia y los fuertes vientos de un ciclón.
Del concepto a la práctica
Por encima del paso del tiempo, la Revolución Cubana une en un arco histórico a quienes se lanzaron a la manigua redentora con los que subieron después a la Sierra Maestra.
Son similares objetivos en contextos diferentes, resumidos en 148 años de brega y más de medio siglo enfrentados a fuerzas colosales.
Hace dieciséis años, Fidel enunció un nuevo concepto de Revolución, nacido con el país marcado aún con las cicatrices del Período Especial.
Ese enunciado trasciende las fronteras cubanas y puede ser asumido por cualquiera, en cualquier circunstancia. Lo ratificaremos ahora en su homenaje, pero sobre todo como expresión de la voluntad de continuar el ideario de Fidel, el revolucionario completo.