Tanta cita ( de Martí) gratuita, y a cualquier hora y lugar, conspira contra su esencia.

La Habana, Cuba.- Instalados en el presente, y dentro de una acción globalizadora que en teoría, y cada vez más en la práctica, intenta limar las identidades, el verbo martiano permanece y alienta. Es un volcán perpetuo que entrega su magma incandescente para que no se extinga el fuego ni el sonido de la lucha.

Pero también tiene de remanso, de agua cristalina; un manantial donde se bebe cuando nos atenaza la sed y otros líquidos putrefactos pretenden usurpar la función reparadora de sus virtudes. Y poseen además los manuscritos de Martí el aleteo del cóndor.

Para que remontemos vuelo con la fuerza precisa y no desfallezca el ánimo. Nada de amilanamientos o titubeos contradictorios. Aquí está el verbo martiano, obra nacida en la fragua de su vida, entregada al torbellino de forjar una nación. Con sus propias palabras: una obra, no de un artesano que trabaja a cordel, sino de un hombre en cuyo seno anidan cóndores.

Mágica explosión de sentido

Las citas de la obra martiana se suceden como carrusel de diversiones, como noria que da vueltas y vueltas sobre el mismo sitio, y en pago nos entrega el agua. Tanta cita gratuita, y a cualquier hora y lugar, conspira contra su esencia.

Es cierto que el caudal de ese torrente es inagotable, porque José Martí habló y escribió, asombrosamente para su corta vida, de casi todo.

En su lenguaje cercano a la profecía, iluminada la palabra con la belleza de la forma, no hay, sin embargo, asomo de retórica. Aprender a escucharlo otra vez, observar en esas chispas refulgentes y viriles, al hombre que late sobre la página o la tribuna, abundaría en conocerlo mejor.

Entonces nos llamamos bienaventurados porque poseemos la brújula que no nos permitirá desviarnos de la ruta. Agradecemos la luz. De nuestras acciones depende la interpretación certera, la lenta y mágica explosión de sentido de que hablaba Lezama.

Libros escritos a diario

Hombre traído para agrandar, llamaba con veneración el otro José a José Martí. Y aañadía sin demora que la fulminante fuerza de sus palabras, junto a su vida ejemplar, hacían de Martí el primero de nuestros cumplidores. Un cumplidor que cumplirá. Que cumple a escala universal.

Los libros son libros mientras se escriban a diario; las ideas si dan paso a los hechos. Las redenciones han venido siendo teóricas y formales: es necesario que sean efectivas y fundamentales, citaba Julio Antonio Mella al Maestro.

Y Mella sabía que no era sólo de la redención cubana de la que hablaba Martí. Mella, lanzando la honda hacia el futuro, la colocaba en el presente: Trincheras de ideas valen tanto como trincheras de piedra. Y a continuación glosaba: ¡Que tus palabras se cumplan!! Aunque serían mejor ambas trincheras a la vez!

Fue un trabajo de Saturnino Rodríguez