La Habana, Cuba. – Las intenciones de los golpistas bolivianos de mantenerse en el gobierno luego de las programadas elecciones del 6 de septiembre próximo, auguran tensos y turbios momentos nacionales en un país víctima de las apetencias hegemonistas con sello Made in USA.

El panorama actual apunta en ese sentido, toda vez que van en incremento las presiones y la represión contra los representantes del movimiento popular local, a la vez que las manipulaciones por imponer los criterios y tiempos propios al futuro inmediato.

Vale recordar que de no ser por la pandemia del coronavirus los comicios en Bolivia ya hubiesen ocurrido, solo que la presidenta de facto Yanine Añez y sus apoyos externos aprovecharon la crisis sanitaria para abogar por una fecha más alejada, mientras no han hecho nada por la salud del pueblo.

Trasfondo claro

Para nadie es un secreto que el golpe que depuso a Evo Morales en 2019 es parte del plan oficial estadounidense de revertir en América Latina la presencia de gobiernos de corte popular.

Por tanto, para no pocos observadores es difícil pensar que ahora la ultraderecha boliviana deje mansamente que se produzca una vuelta del pueblo al gobierno sin intentar evitar o sabotear todo paso en ese sentido.

Los candidatos del Movimiento al Socialismo (MAS), el ex ministro de economía Luís Arce, y el ex canciller David Choquehuanca, repuntan en la preferencia de los votantes hasta ahora, lo que añade más argumentos en torno a futuras acciones negativas y perturbadoras de la derecha y sus jefes foráneos para escamotear un posible retorno en Bolivia a la línea que impulsó Evo Morales.

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