Hay pocos países en el mundo donde el béisbol no es un deporte sino parte inseparable y reparadora de la cultura.
Cuba es quizás uno de los ejemplos históricos y paradigmáticos, con huellas que van desde coronas panamericanas, mundiales y olímpicas hasta pasiones, sufrimientos, infartos y terremotos humanos de alegrías por celebraciones inolvidables.
El nacimiento del béisbol, data de 1845, cuando Alexander Cartwright fundó en Nueva York el club Knickerbocker. La rápida extensión a las naciones vecinas llegó a través de múltiples vías, pero las más directas en la Isla fueron los marinos estadounidenses y jóvenes adinerados que estudiaban en Estados Unidos.
Aunque se considera el 26 de diciembre de 1874 como la fecha de inicio oficial del béisbol en Cuba, hay referencias de que se jugaba desde mucho antes.
La nación detrás de bolas y strikes
La pelota en Cuba pasó rápidamente de campeonatos y estadísticas a formar parte esencial de la cultura nacional.
El surgimiento de jugadores-ídolos, la extensión familiar de sus códigos, prácticas y emociones, así como el amplio impacto sociocultural de cada triunfo local, nacional e internacional convirtieron a este deporte en un elemento inseparable de la identidad, en uno de sus símbolos más preciados.
En 1962 Cuba dio un paso trascendental con la creación de la serie nacional, la cual estuvo rodeada de mucho escepticismo, pues algunos dudaban de que pudiera mantener el mismo nivel de expectación, fidelidad y amor ese nuevo certamen amateur luego de 84 campeonatos profesionales.