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La Habana, Cuba.- Este año resulta particularmente idóneo para conjugar en plural a dos artistas cubanos. Se celebra el centenario de Alicia Alonso, y el cumpleaños 110 de José Lezama Lima.

Lezama potenciado mediante la danza de la pluma sobre las cuartillas. Alicia con la danza de su cuerpo sobre el escenario. Alicia lanzando energía a los cuatro puntos cardinales. Lezama respirando esa fuerza genitora para finalmente traducirla en palabras.

Dice el escritor: Alicia Alonso, en su niñez o en sus años mayores, podía haber bailado entre las hogueras y las primeras auroras, ya que su arte se sitúa entre todas las posibilidades de futuridad y la fiesta incomparable de las inauguraciones.

El autor de la posibilidad infinita, no halla mejor concepto que fiesta para definir las confluencias danzantes de Alicia.

Maestros que definen la insularidad

El genial inquilino de la casa número 162 de la calle Trocadero, escribe que lo más sutil y profundo de nuestra historia se aclara con el arte incomparable de Alicia Alonso.

Como todo gran artista, lo que ella resuelve y plantea es la historia inmediata en función de la historia ideal, arquetípica, lejana, pero poseída en su raíz secreta. El propio Lezama Lima vislumbraba  la  seguridad de que una idea o sensación podían ser danzadas; idea  o sensación que tienen un reverso para su reaparición, que pueden repetirse sin decrecer.

Alicia Alonso; José Lezama Lima, ambos acercando lejanías para definir la insularidad. Ambos hermanados por el arte y la sensibilidad de ser cubanos. Los dos, Lezama y Alicia, construyendo como arquitectos mayores, con sus propias herramientas, el templo aglutinante de la cubanía.