Carlos del Porto Blanco
La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido. Leonard Bernstein.
El concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional, de este 23 de junio en la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba, fue una joya musical. Se interpretaron la Sinfonía número 4 en La Mayor, opus 90, Italiana, de Felix Mendelssohn y el Concierto para piano y orquesta, en sol mayor, de Maurice Ravel, con el pianista cubano Aldo López Gavilán como solista. Condujo la Orquesta su director titular, Enrique Pérez Mesa.
El compositor, director de orquesta y pianista alemán de música romántica, Felix Mendelssohn (Hamburgo, actual Alemania, 3 de febrero de 1809-Leipzig, actual Alemania, 4 de noviembre de 1847), fundó el conservatorio de Leipzig. Las obras que compuso incluyen sinfonías, conciertos, oratorios, oberturas, música incidental, para piano, órgano y de cámara. También tuvo un importante papel en el resurgimiento del interés en la obra de Johann Sebastian Bach. Sus gustos musicales esencialmente conservadores, lo separaron de muchos de sus contemporáneos más aventurados, como Franz Liszt, Richard Wagner o Héctor Berlioz.
En uno de sus numerosos viajes por Europa, llegó a Italia en el otoño de 1830, donde se inspiró en el color y la atmósfera de ese país para su Cuarta Sinfonía, llamada Italiana, una de sus obras más conocidas. El compositor señaló que en esta pieza intentó transmitir sus impresiones personales sobre el arte, la naturaleza y la gente de Italia, por donde estuvo de «grand tour» entre 1830 y 1831.
En el programa de mano del concierto, el músico Luis Manuel Molina, señala: “El ritmo subyacente del movimiento inicial (Allegro vivace) sugiere una tarantela. El segundo movimiento (Andante con moto) es una solemne procesión quizás motivado por un desfile religioso que Mendelssohn presenció en Nápoles. Para su tercer movimiento (Con moto moderato) el compositor volvió al minué del periodo clásico en lugar de utilizar el scherzo, preferido en la Era Romántica“. Ese refinado minué es un compendio de la moderación y la elegancia clásicas. El finale (Presto) es el movimiento más típicamente italiano de los cuatro que integran la sinfonía. Su tema principal es un saltarello, un alegre baile romano que data del siglo XVI y su motivo secundario, nuevamente una tarantela.
Las partituras autógrafas tanto de la versión original como de la revisión de 1834, se conservan en la actualidad en la biblioteca estatal de Berlín y se pueden consultar en línea. El estreno se celebró el 13 de mayo de 1833 en Londres con la interpretación de la London Philharmonic Society, bajo la batuta del propio compositor. Mendelssohn no quedó del todo satisfecho con la obra y escribió versiones alternativas para el segundo, tercer y cuarto movimientos. Nunca llegó a publicar esta sinfonía en su vida.
El compositor francés Joseph Maurice Ravel, (Ciboure, Labort, Francia, 7 de marzo de 1875-París, 28 de diciembre de 1937) tiene una obra frecuentemente vinculada al impresionismo, muestra además un audaz estilo neoclásico y, a veces, rasgos del expresionismo, y es el fruto de una compleja herencia y de hallazgos musicales que revolucionaron la música para piano y orquesta. Reconocido como maestro de la orquestación y por ser un meticuloso artesano musical, que cultivó la perfección formal sin dejar de ser al mismo tiempo profundamente humano y expresivo.
Nos comenta Molina en el programa que “En 1939 después de alcanzar un gran popularidad con su ballet “Bolero” y algún éxito financiero con su gira de conciertos por los Estados Unidos, Ravel comenzó a escribir su largamente pospuesto concierto para piano. Durante los dos siguientes años, trabajó de forma intermitente en dicho concierto, que resultó ser su última composición musical. La obra se estrenó el 14 de enero de 1932 en París. Para esa fecha, sin embargo, la enfermedad neurológica que padeció el compositor en los últimos cuatro años de su vida había comenzado a afectarlo. Temiendo que su interpretación al piano se viera comprometida, la pieza fue interpretada por Marguerite Long, acompañada por la orquesta Lamoureux, dirigida por el propio Ravel”.
El primer movimiento (Allegramente) comienza de forma súbita con el sonido del látigo (instrumento de percusión) y una melodía en el piccolo que recuerda una danza folklórica de la región vasca del sur de Francia, lugar de origen de Ravel. La vivaz sección introductoria contrasta con otra de carácter nostálgico, que evoca un blues. La sección de desarrollo es una elaboración de los temas iniciales que concluyen con una breve cadena que sirve de enlace con la recapitulación. Los temas vivaces desfilan rápidamente, pero las melodías nostálgicas son tratadas con mayor profundidad: una se convierte en una etérea cadenza para arpa; otra en un solo de piano lleno de trinos. El vigor inicial regresa en una deslumbrante coda en modo frigio llena de relampagueantes figuraciones compartidas por los vientos y la trompeta solista, se lee en el programa.
El movimiento lento (Adagio assai) se inicia con un pasaje de piano, nostálgico y hermoso, con un patrón de blues y de gran dificultad técnica. La presentación final del tema de esta sección incluye un extenso solo de corno inglés en el que el piano solista, que toca fluidas líneas de fusas, asume un papel secundario. El finale (Presto) es una obra maestra, un verdadero desafío para el solista y la orquesta que recuerda el mundo bullicioso del jazz con fanfarrias, fiorituras en el piano y síncopas animadas.
La ejecución de las piezas mereció que el director felicitara a la sección de vientos de la orquesta. El pianista solista Aldo López Gavilán, en un bello gesto ante la aclamación del público, interpretó dos piezas de su autoría.
Nos vemos el día 7 de julio en el próximo concierto, dedicado al compositor ruso Piotr Illich Tchaikovsky, y ya sabe, si me ve, me saluda.