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Carlos del Porto Blanco

Todo en el universo tiene ritmo. Todo baila. Maya Angelou

Este pasado fin de semana el Ballet Nacional de Cuba se apropió de la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba. En esta ocasión se presentó un programa hermoso y fresco, en el que se presentaron las obras “Después del diluvio”, “Ballet 101”, un fragmento de “Lucille” y “Paquita”. La función del domingo estuvo dedicada a Vilma Espín Guillois, en el aniversario 95 de su nacimiento, quien fue una gran amante del arte danzario.

Según las notas al programa elaboradas por Ahmed Piñeiro Fernández, la primera de las obras interpretadas, “Después del diluvio”, es un “Divertimento coreográfico para bailarines” inspirado en “El carnaval de los animales”, una suite musical del músico francés Camille Saint-Saëns. En 1983, esta coreografía obtuvo el primer premio en el II Concurso Coreográfico de la Sección de Artes Escénicas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

Este es un ballet que apela a la imaginación del público, y en su polisemia es susceptible a tantas lecturas como espectadores. No es una coreografía con un argumento o una historia específicos que posibilite una descripción literal. Tampoco es una obra para el lucimiento de una primera figura o una pareja de bailarines. En esa coreografía, el coreógrafo cubano, Alberto Méndez hace resaltar las posibilidades plásticas y expresivas del cuerpo de baile. Los danzantes sugieren un mundo imaginario, inclasificable, cercano y al mismo tiempo lejano, que abarca criaturas y plantas de los cuatro elementos: el aire, la tierra, el fuego y el agua. La pieza se estrenó el 23 de octubre de 1981, en el Gran Teatro “García Lorca” (hoy Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”).

La segunda obra, “Ballet 101”, se puede catalogar como un “curso intensivo de ballet”. Partiendo de las cinco posiciones básicas de la danza académica —codificadas en el siglo XVII por el bailarín y coreógrafo francés Pierre Beauchamp—, a partir de eso el coreógrafo Eric Gauthier, crea de forma humorística y divertida 100 posiciones, que se muestran y combinan al azar, con irónicas referencias a obras del repertorio tradicional y al estilo de famosos coreógrafos, para concluir de una manera inesperada. En 2007, el Ballet 101 obtuvo los premios de la crítica y del público en el 21 Concurso Coreográfico Internacional de Hannover, Alemania. La obra tuvo su estreno en 2006, en la Sociedad Noverre, un prestigioso proyecto para jóvenes coreógrafos del Ballet de Stuttgart. En Cuba tuvo su debut el 6 de noviembre de 2010, en el Teatro Mella, durante el 22 Festival Internacional de Ballet de La Habana. La interpretación en esta puesta estuvo a cargo de los primeros bailarines Dani Hernández y Yankiel Vázquez. Esta pieza habitualmente es muy bien recibida por el público.

La tercera pieza bailada fue un fragmento de “Lucile”, una obra que se va convirtiendo en habitual en las presentaciones de la compañía, y que siempre goza del reconocimiento de los asistentes a las funciones. En esta ocasión los danzantes fueron la primera bailarina Grettel Morejón y el corifeo José Ángel González. Este ballet fue creado especialmente para el Ballet Nacional de Cuba por el coreógrafo danés Johan Kobborg, gracias al apoyo de los British Friends of Ballet Nacional de Cuba. Es un homenaje a la gran bailarina danesa Lucile Grahn, quien fuera una de las figuras emblemáticas de la Era Romántica en la danza.

Lucile es una joven y talentosa bailarina, que se encuentra en el inicio de una brillante carrera artística. Un joven, que ocasionalmente la vio en una de sus actuaciones, no puede dejar de pensar en la hermosa bailarina y en un breve encuentro que tuvo con ella, y comienza a asistir con frecuencia al teatro. Lucile, que ve una rara inocencia en el joven, se siente momentáneamente atraída por él, pero la bailarina persigue sus propios sueños.

Para el cierre se escogió “Paquita”, obra que en su première mundial se concibió como un ballet en dos actos y tres escenas. La coreografía inicial correspondió a Joseph Mazilier. Su estreno se produjo en la Ópera de París (Salle Le Peletier) el 1 de abril de 1846. La obra desarrolla una sencilla historia de amor, que transcurre en la España ocupada por Napoleón: Paquita, una joven proveniente de una familia de alto linaje, ha crecido y se ha desarrollado entre los gitanos, ignorando su verdadero origen. Se enamora de Lucien d’Hervilly, un joven y apuesto oficial francés, al que salva la vida en un complot criminal. Al final de la obra, tras varias peripecias, se descubre el verdadero origen de la supuesta gitana, y Paquita y Lucien, que se aman, pueden unirse en matrimonio.

El coreógrafo francés, Marius Petipa, realizó un primer montaje de la obra en Moscú, en 1848. En el transcurso del tiempo fue revisando, añadiendo, cambiando o suprimiendo coreografías. El estreno de la reposición de una versión definitiva se produjo el 9 de enero de 1882 en el Teatro Imperial Bolshoi Kámenny de Moscú, según el actual Calendario Gregoriano (27 de diciembre de 1881, según el Calendario Juliano). El estreno en Cuba se produjo el 24 de marzo de 1981, en el Teatro Principal, de Camagüey. Estas piezas tuvieron como interpretes a las primeras bailarinas Viengsay Valdés y Anette Delgado en el personaje de Paquita y a los primeros bailarines Ányelo Montero y Dani Hernández en el personaje de Lucien d’Hervilly.

Los dos últimos ballets fueron acompañados por la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”, con la conducción de su directora por Idalgel Marquetti, cuya labor fue reconocida por los asistentes al teatro con un cerrado aplauso.

Dos elementos a destacar de esta función. El primero, la tendencia ya establecida por la Compañía de incorporar a los programas coreografías contemporáneas, sin dejar de representar a los clásicos. Eso refresca la escena y muestra al público otras tendencias del arte danzario a nivel internacional. Lo segundo la colocación en la entrada de la sala de varios códigos QR con el programa de lujo de la función, lo que permite a todas las personas que posean un terminal móvil, escanearlo, y tener una información que permita una mejor comprensión y disfrute de la función. Ojalá otras agrupaciones danzarías y musicales hagan suya esta iniciativa, en muchas ocasiones los asistentes a representaciones artísticas no tienen referencias sobre el espectáculo que verán. La pedagogía cultural es algo vital para ganar un público más culto y dar la batida al mal gusto. Merece reconocimiento el colectivo de prensa y publicidad del Ballet.

 

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