Compartir

La Habana, Cuba. – Todos conocemos a alguien que gusta de coleccionar algo, ya sea sellos de correo, monedas, souvenirs de diversos países y hasta cosas inimaginables. Sin embargo, la mayoría de esos elementos son recolectados de forma física, algunos de esos objetos son replicados, pero los coleccionistas saben identificar los originales por pequeñas distinciones y detalles que los hacen únicos. Pero hoy se ha puesto de moda coleccionar elementos únicos, originales e irrepetibles en formato digital, estos son los NFT.

Un NFT o Non Fungible Token, es un token digital que es único e irrepetible, se define como un coleccionable digital que es verificado por medio de una cadena de bloques (blockchain). Los tókenes no fungibles no son, por tanto, mutuamente intercambiables. Eso contrasta con las criptomonedas como el bitcoin, y muchos tókenes de red o de utilidad que son fungibles por naturaleza. Las cuatro principales características de los NFT es que son únicos, indivisibles, transferibles y con la capacidad de probar su escasez. Son uno de los temas del momento en el mundo digital; generan ventas millonarias de arte digital, criticados por el gasto energético que suponen y el peligro de convertirse en la nueva burbuja especulativa. Se ha calculado que una galería de arte de NFT consume a lo largo de medio año unos 260 MWh y produce más de 160 toneladas en emisiones de dióxido de carbono. A eso se une el hecho, de que la mayoría de la energía utilizada por los centros de criptominería no proviene de fuentes de energía renovable

En Derecho, el término fungible se refiere a cosas o bienes que son intercambiables y deben consumirse para su uso. Sin embargo, si existe algo que no sea fungible, quiere decir que tiene unas propiedades únicas, por lo que no puede ser intercambiado, reemplazado o copiado. Un ejemplo de bien fungible es el dinero. Si se tienes un billete de 100 pesos, ese es un bien fungible, ya que se puede intercambiar sin problemas por otro billete de 100 pesos, no pierde valor y son exactamente iguales. Además, ese billete se consume cuando se utiliza. Por otra parte, un ejemplo de bien no fungible sería una obra de arte. Si alguien tiene un cuadro en su casa, ese no se consume al utilizarse y tampoco puede ser sustituido por otro cuadro. Una obra de arte no es equivalente a otra, y, por lo tanto, no se pueden simplemente intercambiar como pasa con un billete de 100 pesos.

Para entenderlo mejor, un NFT sería como una obra de arte única, por ejemplo, El David de Miguel Ángel, solo hay uno y está en la Galería de la Academia de Florencia; si alguien quisiese tener ese David en concreto, debería comprarlo (si estuviese a la venta) o hacerse con una copia, en cuyo caso, ya no estaríamos hablando del original, que es lo que dota de valor a la escultura. Con los NFT pasa igual, se trata de un activo digital único, que, aunque puede copiarse, quien posee el NFT posee el original, funcionando como una suerte de certificado de autenticidad y contando con los derechos que su adquisición lleve aparejados.

Una mejor forma de comprender qué es un NFT, es ver cómo funcionan y qué los hace posible. Cualquier contenido digital puede “tokenizarse”, es decir, gracias a la tecnología blockchain y los contratos inteligentes puede dotarse de una serie de metadatos que garantizan su autenticidad, identifican a su autor, su valor de partida y de adquisición y todas las transacciones que ha tenido desde su creación; desde quién lo creo, quién lo ha “tokenizado” y quién, dónde y por cuánto se ha vendido. Al “tokenizar” un contenido digital, puede ser un archivo JPEG, un meme, un ebook o incluso un twitt, se crea un certificado digital de propiedad y autenticidad, que indica que ese contenido es único y que los derechos de propiedad los tiene la persona que lo ha adquirido (es importante no confundirlo con los derechos de autor, que seguirán en posesión del autor de la obra).

La principal característica de los NFT es que son activos digitales, es decir, no se trata de objetos reales y tangibles, que se pueden tener en la casa, sino piezas de contenido digital que quedarán almacenadas en un servidor. Aunque lo que los ha puesto de moda es que se trata de contenidos, obras u objetos digitales únicos, también existen NFT no únicos, como en el caso de los juegos de cartas digitales o de coleccionables basados en esta tecnología, como Top Shot de la NBA, donde hay diferentes rangos de valor para cada NFT basado en su rareza y exclusividad (por ejemplo, puede que de una carta en concreto solo exista un NFT y por tanto su valor sea mayor y pueda incluso incrementarse con el tiempo). Los NFT están basados, en la tecnología blockchain, que permite su trazabilidad y hace que no puedan ser, en teoría, falsificados o hackeados, ya que la cadena de bloques está descentralizada y mantenida por cientos de ordenadores, usuarios, en todo el mundo. Esa misma tecnología es la que permite su creación, compra y venta.

Pese a que ahora es cuando se oye hablar de los NFT, éstos existen desde 2017, cuando se lanzó el primer NFT, CryptoPunks (de Larva Labs), seguido un poco más tarde por CryptoKitties, que llegó a hacerse viral y recaudar más de 12 millones de dólares. Sin embargo, han retomado la popularidad en 2021, en marzo de este año, la galería Christie’s subastó la obra digital Everydays – The First 5000 Days, del artista Beeple, por 69 millones de dólares, el primer tweet de la historia, Jack Dorsey, uno de los creadores de la red social Twitter, se vendió por 2.5 millones de dólares, en julio, el ingeniero británico Tim Berners-Lee vendió el código fuente del protocolo de la World Wide Web -libre de derechos y gratuito- por 5.4 millones de dólares y el tenista Andy Murray vendió por 178 000 dólares el momento en el que ganó el torneo de Wimbledon en 2013, y la lista sigue.

De repente, los NFT se hacen populares y se habla sobre ellos, sobre su utilidad, sobre la especulación que se está generando en torno a ellos, sobre el impacto ambiental que tienen (se necesitan muchos recursos energéticos para su creación y su transacción) y sobre hasta qué punto son una forma legítima para los artistas de vender sus obras digitales y tener control sobre el precio que les ponen. Igual que ocurrió con el Bitcoin en su momento, está ocurriendo ahora con los NFT, son el tema de moda, no están exentos de polémica y en el mundo del arte basado en los NFT están creando bastante revuelo. Son tendencia también porque se empieza a discutir su utilidad más allá del coleccionismo, el arte y la especulación económica en torno a ellos; ¿pueden ser una forma de certificar el origen de productos físicos? ¿Se pueden utilizar como forma de gestionar la identidad desde cualquier lugar del mundo aplicándolos a los pasaportes o los documentos de identidad?

Sin embargo, puesto que lo que los ha hecho tendencia ha sido las ventas millonarias de NFT, no son pocos los que piensan que se está ante una nueva burbuja, donde hay gente adquiriendo NFT con la idea de venderlos a mayor precio en el futuro, basándose en esa característica única y original del NFT. Pero la realidad es que todavía es un mercado relativamente pequeño y muy joven, donde no hay muchos actores, que no está regulado y en el que la incertidumbre es mucha, empezando por el hecho de que, al ser contenido digital e intangible, que queda almacenado en un servidor, si este desaparece, ¿qué ocurre con los NFT allí contenidos y el dinero invertido en ellos? Por no mencionar que se está ante un mercado donde, ahora mismo y fuera de los juegos de cartas o coleccionables de carácter oficial, impera la especulación. Según el informe Online Art Trade Report 2021 elaborado por Hiscox, las obras de arte en NFT han tenido hasta la fecha ventas por un valor total de 3025 millones de euros y, en la actualidad, el 14 por ciento de las plataformas de arte en línea ya ofrecen NFT y un 38 por ciento adicional planea hacerlo en breve.

Como se mencionó anteriormente, los NFT pueden ser una nueva burbuja, no están exentos de riesgos, el primero de ellos precisamente, la especulación que están generando y que puede acabar por desvalorizarlos completamente en el futuro o reducir mucho el valor actual que tienen ahora. Otro riesgo está en el hecho de que no están, de momento, regulados por ninguna normativa específica, lo que supone un problema de inseguridad jurídica en caso de disputas, robos o estafas. Y, hablando de estafas, ya se han reportado los primeros casos de estafas con los NFT, especialmente casos de phishing, venta de obras falsas (con Bansky de protagonista) o falsas promociones destinadas a robar las criptomonedas de sus víctimas.

Y me despido con lo que dijo el viejo Sancho, “Cosas veréis”.