La Habana, Cuba. – Pinar del Río, en los finales de septiembre último, experimentó la desagradable visita del huracán Ian, fenómeno que ocasionó daños materiales y psicológicos a personas como Dora Milián, una de las residentes –junto con su hijo- en el caserío de El Sitio.

Con anterioridad al paso del fenómeno, ya su vecino la había acogido a ella y a otras familias hasta que pasara aquel infierno de lluvias y vientos.

Sin embargo, allí permanecen y permanecerán hasta que dentro de unos días le entreguen una vivienda nueva, gracias al esfuerzo mancomunado de agricultores, agropecuarios y forestales encargados de edificarlas en una zona distante de la capital pinareña.

Aquella es una comunidad donde la solidaridad está izada permanentemente, como bandera que advierte en la distancia que estamos en Cuba, donde nadie queda abandonado a su suerte.

Juntemos todas las manos

El poema de Nicolás Guillén: hagamos una muralla desde el monte hasta la playa; desde la playa hasta el monte, recoge en SÍ todo lo que aún  -en términos de solidaridad- se experimenta en Pinar del Río.

Pedro Romero, campesino del municipio de San Luis, dijo que las enseñanzas de Fidel prenden en la tierra y se levantan como las palmas de nuestro árbol nacional. Añadió que los vientos de Ian dejaron sin techo a toda la familia pero, gracias a la solidaridad, su próxima morada ya está casi completa.

En ese contexto están los esfuerzos de las cientos de personas e instituciones habaneras, como el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología y la Brigada Martha Machado a cargo Kacho, que instalaron sus campamentos en tierras vueltabajeras para hacer de la solidaridad la más viva expresión de cubanía y hermandad.