Carlos del Porto Blanco
La pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega. Leonardo da Vinci.
La República Italiana vuelve a convertirse en protagonista de la vida cultural de La Habana. En el Museo Nacional de Bellas Artes, Colección de Arte Universal se encuentra abierta al público hasta el 15 de septiembre la exposición, “Ver Italia y vivir.
Experiencias de lo sublime en el arte cubano contemporáneo”. La muestra que ocupa la sala permanente de arte italiano acoge pinturas y grabados fundamentalmente, dedicados a los paisajes en sus diferentes variantes.
A partir del siglo XIII, el paisaje alcanza, en la pintura occidental, preeminencia y altos valores estéticos en los mapas, los planos cartográficos y la iluminación de manuscritos antes que en los soportes tradicionales de la pintura. Posteriormente se desarrolló una cultura amante de la naturaleza y fueron imitados o recreados un gran número de motivos provenientes de ésta. La exploración y el estudio de nuevas geografías, y la impresión que éstas en el artista causaron un impacto apreciable en la escuela italiana de pintura.
Un elemento recurrente en las representaciones paisajísticas de esa fecha fueron las urbes. En esa época las ciudades se consagraban; ejemplos de esto son el caso de Venecia y de Florencia, que se consagraron a San Marcos Evangelista y San Juan Bautista, respectivamente. Las metropolis se protegían, se celebraban, se reflejaban, y no en vano, pues según la ideología del momento, ellas ofrecían identidad al individuo.
Desde finales del siglo XVI era obligado visitar Roma. Ésta el destino principal de todo artista y la más grande e internacional escuela de pintura conocida entonces.
La cosmopolita ciudad recibía cíclicamente el arribo de miles de peregrinos por la celebración de los jubileos. En ese entorno se elaboraban compendios que mostraban la ruta a seguir para visitar los monumentos de la antigüedad y poseían magnificas ilustraciones de los pocos y notables artistas, arquitectos y urbanistas de la época.
Es conocido que la escuela italiana de pintura fue la protagonista del Renacimiento en esta área. Se convirtió en un paradigma por sus códigos y gramática propias. El paisajismo, tal y como se conoce hoy, nunca hubiera surgido sin las teorías artísticas del Renacimiento Italiano.
El paisaje se autonomizó como género artístico, justamente de la mano de la escuela italiana de pintura, entre los siglos XVII y XVIII. Considerando los subgéneros del paisaje que relaciona la bibliografía especializada, llama la atención la representatividad que de ellos existe en la Colección de Arte Italiano del Museo Nacional de Bellas Artes, particularmente en el ámbito de la pintura; así también la presencia significativa de autores que fueron considerados firmas paradigmáticas y establecieron la fisonomía de tales variantes.
Siete formas peculiares de interpretar el paisaje están presentes en esta exposición. La arquitectura de perspectivas, el paisaje de ruinas o arqueologizante, el paisaje de montaña, las vistas urbanas, el paisaje bucólico, los caprichos y la veduta dal vero.
Es imposible acercarse a la pintura universal y no tener en cuenta el aporte que se realizó a este sector de las artes desde la Bota Mediterránea. Sugiero a todo aquel que en estos días se acerque al Parque Central, el Capitolio o alguna zona cercana de La Habana, que desvie su marcha y entre al Museo Nacional de Bellas Artes, Colección de Arte Universal, saldrá de allí enriquecido espiritualmente.