Carlos del Porto Blanco
La música es el acto social de comunicación entre la gente, un gesto de amistad, el más fuerte que hay. Malcom Arnold.
El domingo 29 de septiembre se inició la nueva temporada de conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba,en su sede habitual, la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba. Este periodo musical se enmarca en los 65 años de la agrupación y tiene como característica distintiva que abarcará todo un año. La Orquesta se fundó el 7 de octubre de 1959, por la Ley 950, como vehículo para la divulgación de la música nacional y extranjera, pero ofreció su primer concierto en noviembre del 1960. Ese es el motivo por el cual los festejos del aniversario abarcarán todo un año, para suerte de los amantes de la música.
El concierto estuvo conformado totalmente con música de compositores cubanos del siglo XX. Esto se inspiró en que en el primer concierto que ofreció la agrupación en el 1960 se interpretaron piezas de Alejandro García Caturla. Y en el concierto de la reinauguración del Tetro Amadeo Roldán en el 1999 ejecutó música de Amadeo Roldán. Considero que el retomar esta idea es una buena iniciativa del director de la Orquesta. Es una forma de dar a conocer el acervo musical de la nación y mantenerlo vivo.
La función inició con el tema para una “Marcha de esculturas” de Jorge López Marín (1949), pieza concluida en La habana el 12 de septiembre de 1984 y estrenado el 13 de febrero de 1985 por la Orquesta Sinfónica de Villa Clara. Esta pieza es de carácter épico, elaborada como una variación, basada en ritmos cubanos como la contradanza, el son, y el bembé. Es una de las obras mas interpretadas de este autor.
El segundo momento del espectáculo reservó las “Tres Danzas Cubanas” (Motivos de danza, Danza del tambor y Danza lucumí) de Alejandro García Caturla (1906-1940), que fueron compuesta siendo el autor muy joven. En la pieza ya estan presentes los elementos de lenguaje y de estilo representativos de su obra más madura: la experimentación con timbres y disonancias para producir una sonoridad afrocubana empleando los procedimientos armónicos de la música de vanguardia.
El tercer momento de la función se dedicó a Amadeo Roldán (1900-1939), de él se interpretó “Los Tres pequeños poemas” (Oriental, Pregón y Fiesta Negra). Esta fue su segunda obra sinfónica, en ella se reafirma la inserción de Roldán en la corriente estética del afrocubanismo. La obra utiliza temas del Cocuyé, pregones callejeros y la riqueza tímbrica y el vigor de la música afrocubana con la agresividad cromática de la vanguardia europea contemporánea.
La mañana cerró con el Prólogo, Salida Contradanza y Gran Dúo de Cecilia Valdés de la popular zarzuela “Cecilia Valdés” de Gonzalo Roig (1890-1970). El autor con esta pieza convirtió a la protagonista en un simbolo de la nacionalidad cubana. El libreto fue escrito por Agustín Rodríguez y José Sánchez Arcilla, los que mantuvieron el destino trágico de los personajes de La Habana colonial de 1830, como toda obra romántica del sigo XIX. En este caso las voces correspondieron a la soprano Milagros de los Ángeles y al tenor Bernardo Lichilín.
Los dos cantantes recibieron el favor del público por sus interpretaciones de Cecilia Valdés. El director de la orquesta, por su parte, reconoció el desempeño de varios de los intérpretes de la sección de vientos de la agrupación, así como a ésta en su totalidad por su desempeño.
Antes de concluir deseo detenerme en dos aspectos. Una de ellas muy positiva en mi opinión, la comunicación establecida por director de la agrupación, maestro Igor E. Corcuera Cáceres, con el público, donde aportó elementos sobre los intérpretes, las obras y el contexto en que estas se concibieron. Esa labor de “pedagogía musical” es importante porque ayuda a los asistentes a disfrutar de una manera más plena las obras ejecutadas y además, siempre alguna persona asiste por primera vez a un concierto de ese tipo, y esas explicaciones ayudan a que la visita se repita.
El punto gris de la función es la cantidad insuficiente de programas de mano, un mal recurrente en muchas de nuestras instituciones culturales. Es reconocida la calidad de la información que el maestro José Manuel Molina plasma en esas pocas páginas, sin embargo, no llega al destinatario debido a causas materiales conocidas. Considero que existen, entre otras, dos formas de paliar la situación. Una elaborar un código QR con la información del programa y que éste se coloque en la entrada de la sala para que los asistentes lo escaneen con sus terminales móviles, y la otra tener algunos programas disponibles para que el público lo fotografié.
Nos vemos el domingo 6 de octubre en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba en el próximo concierto.