La Habana, Cuba. – Habiéndose impuesto a la tiranía batistiana mediante una guerra irregular, con bases en zonas montañosas -si se exceptúa la también decisiva invasión a Occidente-, la joven Revolución Cubana tendría en Playa Girón un reto a su propia legitimidad.

Se trataba de la acometida de un ejército moderno -la llamada brigada de asalto 2506, cuyos mentores, entre otras cosas, le habían situado una flotilla de buques-escolta al alcance de los ojos.

El desembarco del 17 de abril de 1961 no era, pues, un hecho desesperado, en aras de la restauración de la república corrupta.

Era una operación asumida sin dilación y sin ambages por una potencia extranjera, que llegó incluso a involucrar a otros gobiernos del área.

Memoria de los días gloriosos

Poco antes de las 6 de la mañana, el 15 de abril de 1961, La Habana y Santiago de Cuba recibían la metralla de aviones enviados sigilosamente por los Estados Unidos.

Como parte de una operación cuya cúspide debía ser la toma de un fragmento de territorio cubano para solicitar la intervención directa, se buscaba primero aniquilar en tierra las magras posibilidades de la aviación revolucionaria.

En el entierro de las víctimas de los bombardeos, el día 16, Fidel anunciaba una drástica toma de partido: la Revolución era socialista, con los humildes y para los humildes.

El ejército que fue a combatir a Girón era -si cabe- incluso más popular. Ahora lo nutrían, además, las milicias aprontadas con ojo avizor desde el mismo triunfo revolucionario.

La orden es avanzar

Más allá de su significado simbólico, pero al mismo tiempo por su propio simbolismo, la victoria de Playa Girón, conseguida en menos de tres días, marcaba un momento de madurez de la Revolución en el poder.

La batalla y su rápida resolución a favor de Cuba, corroboraban la validez de una concepción defensiva que involucraba a todo el pueblo, el que en abril de 1961 ya había visto concretarse la reforma agraria, y otras medidas que lo situaban en el centro de las inequívocas transformaciones sociales.

Habiendo pagado un diezmo de sangre próximo a los dos centenares, Cuba demostraba que valía, efectivamente, porque era capaz de defenderse.

La persistencia de Fidel en que no había otra orden que avanzar sobre el enemigo cobra una resonancia que excede el terreno militar.