El pasado fin de semana la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, acogió a la compañía Danza Contemporánea de Cuba, dirigida por el maestro Miguel Iglesias, en una nueva temporada por su 66 aniversario.
El trabajo de los pies es caminar, pero su afición es bailar, Amit Kalantri
El programa estuvo conformado por tres obras: Los tontos morados, del coreógrafo italiano Mauro de Candia; el clásico de clásicos Súlkary, de Eduardo Rivero; y el estreno mundial de Khatarsis, de George Céspedes.
La primera pieza es sobre todo, en el criterio de este columnista, una maravilla auditiva, cuenta con música de Rossini, Vivaldi, Mozart, Hoffenbach, Shostakóvich, Bach y Ponchieli. Según el programa de mano elaborado por el maestro Iglesias, “La obra introduce una mirada crítica y lúdica sobre el peso de la tradición y la forma en que se construyen ciertos valores sociales a partir de ella. Con humor inteligente y una puesta en escena provocadora, el coreógrafo aporta un enfoque externo que dialoga con la identidad cultural desde una perspectiva universal. Esa apertura a creadores foráneos ha sido también una constante en el trabajo de la compañía, fortaleciendo su proyección internacional y reafirmando su vocación de laboratorio vivo para la danza contemporánea”.
La segunda obra de la función, “constituye un clásico de la danza moderna cubana, Súlkary, obra estrenada en el año 1971 y convertida en una pieza emblemática, esa coreografía de Eduardo Rivero se inspira en rituales africanos y logra, a través de una estética depurada y orgánica, condensar elementos fundacionales de la identidad coreográfica nacional, su inclusión en esta nueva temporada refuerza el respeto de la agrupación por su legado, y su voluntad de mantener vivo un repertorio que sigue siendo contemporáneo por su fuerza expresiva”, según dice el programa.
Y la noche cerró con el estreno mundial de Khatarsis, en esta obra Céspedes, según nos dice Iglesias “Propone una indagación intensa en las raíces y contradicciones de la identidad nacional, abordando temas históricos desde una óptica ética y visualmente impactante. La pieza, apoyada en la música de cantautores cubanos contemporáneos, se articula como un vehículo para el lucimiento del elenco, en una coreografía cargada de energía y simbolismo. Se trata de una muestra clara del compromiso de Danza Contemporánea de cuba con el desarrollo de nuevas miradas desde dentro de la compañía, potenciando el trabajo de sus creadores residentes”.
Este escribidor que no tiene el herramental teórico para hacer una valoración sobre una obra danzaria, se atreve a decir, que en esta pieza se aprecian determinados rasgos que van siendo característicos en la obra de Céspedes, el trabajo con una gran cantidad de bailarines, las formaciones cerradas y en bloque, los movimientos del conjunto de manera alineada en diversas direcciones. Una vez que se ha visto Matria Etnocentra, esos aires reaparecen de alguna forma en las otras piezas cespedianas, como un sello personal. Parece existir un orden matemático detrás de las coreografías, me viene a la mente el trabajo con matrices del álgebra lineal. Quizás solo sea una malformación profesional que tengo. Lo importante es que son piezas que se disfrutan.