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Se inaugura el 8 de mayo de 1887, el Laboratorio Histobacteriológico e Instituto de Vacunación Antirrábica de La Habana, una institución de relevante importancia en el desarrollo de las ciencias médicas en Cuba a finales del siglo XIX.

Su creación obedeció a la iniciativa del doctor Juan Santos Fernández Hernández, reconocido pionero de la Oftalmología en el país, quien, interesado en aplicar en la Mayor de las Antillas los métodos y descubrimientos del sabio francés Louis Pasteur, envió a París a los doctores Diego Tamayo, Francisco Vildósola y Pedro Albarrán, a fin de que se entrenaran y llegaran a dominar algunos de aquellos procederes, avanzados para la época, en el campo de la Bacteriología.

Tras el regreso de los tres médicos tuvo lugar la apertura del centro, que radicó en la Quinta de Toca, en la avenida de Carlos III, hoy Salvador Allende, lugar de residencia de Santos Fernández. Allí se logró producir el suero antirrábico, antes que en ningún otro país de América, y con la misma calidad al obtenido en el laboratorio de Pasteur, en el propio año 1887, vacuna que era gratis para los pobres, y cuyo empleo redujo, de forma significativa, la mortalidad por esa enfermedad.