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La Habana, Cuba. – El científico cubano Álvaro Reynoso Valdés, nace en Alquízar, Cuba, el 4 de noviembre de 1829. Se destacó en las ramas de la química, fisiología, agronomía y la tecnología industrial. Se le considera el Padre de la Agricultura Científica Cubana. Su obra cumbre fue «Ensayo sobre el cultivo de la Caña de Azúcar».

Se doctoró en Ciencias en la Universidad de París (1856), luego de los estudios químicos iniciados en 1848 con Edouard Robin, y del aprendizaje alcanzado en el laboratorio de bioquímica de Theofile Jules Pelouze (ex alumno del alemán Justus von Liebig, iniciador de la agroquímica) y en el Jardín de Aclimatación de París, que dirigía Isidore Geoffroy Saint-Hilaire. En Cuba había sido alumno predilecto del español José Luis Casaseca Silván, en la cátedra de Química del Colegio de San Cristóbal (1844-1845). Como estudiante de ciencia y medicina en Francia, realizó investigaciones químicas de carácter fundamental, como la dedicada al éter que sirvió de tema definitivo para su tesis doctoral en ciencias, y también en química fisiológica humana, las cuales fueron publicadas entre 1849 y 1856, en prestigiosas revistas científicas de esa nación europea. Su orientación hacia la química fisiológica se aprecia en su estudio sobre la diabetes mellitus, el cual resultó novedoso para la época; a esa misma vertiente correspondió su trabajo sobre la acción del Curare, veneno utilizado por los indios sudamericanos.

Bajo la influencia de las enseñanzas en Química y Botánica agrícolas de Pelouze y de Saint-Hilaire, así como de las demandas nacionalistas de José Antonio Saco y del conde de Pozos Dulces, favorables a una agricultura científica en Cuba, la vocación profesional de Reynoso se inclinó hacia la Química aplicada al estudio de las plantas y del suelo, de ahí que interrumpiese en 1855 la carrera de medicina. Como parte de su formación científica integral conoció de primera mano, y divulgó en Cuba en 1858, las teorías biológicas sobre la inmutabilidad o no de las especies, las cuales enfrentaron a George Cuvier y a Etienne Geoffroy Saint-Hilaire, en los años treinta. También tuvo la oportunidad de conocer los procesos de institucionalización de la enseñanza y de la investigación agrícolas que se efectuaban en Francia y en Alemania y de estudiar, de cerca, los planes existentes en España, entonces Metrópoli colonial de Cuba. De su estancia en Madrid, le vino el interés por la cría artificial de peces en aguas dulces. Sin embargo, obtuvo sus principales éxitos científicos en Cuba, entre 1859 y 1864, cuando sustituyó a Casaseca en la dirección del Instituto de Investigaciones Químicas de La Habana.

Fue miembro correspondiente de Academia de Ciencias extranjeras, como de la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid (1857) y de las de Baviera y Gottinga (1865), además de haber sido Socio Honorario del Imperial Instituto Bahiano de Agricultura de Brasil (1877). En Cuba fue Socio de Número de la Real Sociedad Económica de Amigos del País (1858), Académico Fundador (1861) y de Mérito (1864) de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, Socio Honorario del Círculo de Hacendados (1879), y Consejero Superior de Agricultura del Gobierno (1883), el cual lo nombró para formar parte de la Comisión Agrícola creada con vistas a establecer una escuela de agricultura estatal (1883-1884).

Además de su difusión en diversos idiomas, las medidas recomendadas por Reynoso fueron satisfactoriamente aplicadas en Java (entonces colonia de Holanda, hoy parte de la República de Indonesia) mientras que en Cuba las condiciones aún no estaban creadas para su introducción práctica. Fue el primero en aplicar eficientemente en Cuba las Teorías de Liebig, conocidas como del Mínimo y de Restitución, encaminadas a establecer el necesario equilibrio nutricional de las plantas a través del uso de fertilizantes. Propuso en 1864 una completa innovación tecnológica en la producción industrial azucarera que estuviera al alcance de los hacendados con menos recursos. De esa forma, esperaba satisfacer la esperanza de ese sector criollo de no tener que renunciar al esplendor social proporcionado por esa industria durante tantos años.

Sustentado su descubrimiento a nivel de laboratorio, Reynoso recibió el apoyo de un grupo de hacendados para lograr en Francia, a escala industrial, la obtención del azúcar en frío mediante la congelación del jugo de la caña. Producto del fracaso de su invento (aún se desconocen sus méritos y defectos), y de la disolución definitiva del Instituto en 1869, permaneció 19 años en la capital francesa, donde se dedicó a diversos estudios de aplicación como los de conservación de las carnes con aire comprimido, los de preparaciones farmacéuticas de elíxir y licores, y los relacionados con la confección de una novedosa máquina para extraer jugo de la caña. Poco después de su regreso a Cuba en 1883, improvisó un campo de experimentación en el traspatio de su casa en el barrio del Cerro, debido a la falta de apoyo gubernamental para establecer la estación agronómica proyectada por él en ese año.

Pasó los últimos años de su vida realizando investigaciones en ese campo de experimentación, sobre diversos cultivos tales como: caña de azúcar, café, cacao, algodón, y tabaco, entre otros, cuyos resultados fueron divulgados en la sección científica atendida por él en el Diario de la Marina. Rechazó el nombramiento de catedrático de Química orgánica de la Facultad de Ciencias, de la Universidad Central de Madrid, para asumir, en1858, la Cátedra Especial de Química Aplicada a la Agricultura y a la Botánica, de la Escuela General Preparatoria de La Habana. Su labor docente no fue sistemática debido a sus preferencias por la investigación.

Convirtió al Instituto de Investigaciones Químicas en una de las primeras estaciones agronómicas del mundo, a partir del modelo de institución existente en Alemania desde 1851. Para ello dispuso del laboratorio de Química que trajo desde Francia, y del campo de experimentación que le facilitó el Conde de Fernandina, en una de sus haciendas cafetaleras de Pinar del Río. Como parte de las funciones de investigación y de asesoramiento, realizó excursiones científicas a diversas regiones agrícolas y azucareras del país, entre los años 1863-1864 y 1884-1885. Su desempeño como divulgador se aprecia en la redacción científica del Diario de la Marina (1858-1864 y 1883-1888), así como de los Anales y Memorias de la Junta de Fomento y de la Sociedad Económica de Amigos del País (1859-1865).

Álvaro Reynoso Valdés, muere en La Habana, Cuba, el 11 de agosto de 1888.