La matemática y escritora rusa Sofía Vasílievna Kovalévskaya (apellido de soltera Korvin-Krukóvskaya) nació en Moscú, Imperio Ruso, actual Rusia, el 15 de enero de 1850. Hizo contribuciones significativas en los campos del análisis, las ecuaciones diferenciales parciales y la mecánica.
Nacida y criada en el seno de una familia rusa de buena formación académica. Desde los ocho años vivió en Políbino (gobernación de Vítebsk, hoy óblast de Pskov), en una casa donde se respiraba un denso ambiente cultural y científico. Amaba desde niña la lectura y la poesía, y llegó a cultivar con éxito la autobiografía, la novela y el teatro. Pronto adquirió un pensamiento muy independiente, influido por su hermana mayor, la socialista Anna Jaclard; además, dos de sus tíos le inculcaron el amor al saber: uno era un auténtico apasionado de la lectura y era un matemático aficionado; el otro le enseñó ciencias y biología.
Bajo la guía del preceptor de sus hermanos I.I. Malévich, Sofia comenzó sus primeros estudios reales de matemáticas. A los trece años empezó a mostrar muy buenas cualidades para el álgebra. Acerca de esa época escribió: “Comencé a sentir una atracción tan intensa por las matemáticas, que empecé a descuidar mis otros estudios”. Pero su padre, un teniente general de artillería al que le horrorizaban las mujeres sabias, decidió interrumpir las clases de matemáticas de su hija. Aun así, Sofia siguió estudiando por su cuenta libros de álgebra y pidió prestado un ejemplar del Álgebra de Louis Bourdon que leía por la noche cuando el resto de la familia dormía. Así, aquello que nunca había estudiado lo fue deduciendo poco a poco. Un año más tarde, un vecino, el profesor Tyrtov, presentó a la familia de Sofia un libro del que él era autor, y Sofia trató de leerlo. No entendió las fórmulas trigonométricas e intentó explicárselas a sí misma.
A partir de los conocimientos que ya tenía, Sofia explicó y analizó por sí misma lo que era el concepto trigonométrico de seno, tal y como se desarrolló originalmente. Un profesor descubrió las facultades de Sofia, y habló con su padre para recomendarle que facilitara los estudios a su hija. Al cabo de varios años, su padre accedió, y Sofia comenzó a tomar clases particulares.
Para poder seguir unos estudios científicos en el extranjero, puesto que Rusia no daba pasaportes a mujeres solteras, ni permitía que una mujer viviera separada de su familia, Kovalévskaya pactó un matrimonio de conveniencia a los 18 años con el paleontólogo evolucionista que era nihilista como ella, Vladímir Kovalevski (hermano del biólogo Aleksandr Kovalevski); juntos viajaron a Viena. Y ella se inscribió en la Universidad de Heidelberg en 1869 y siguió allí los cursos de Hermann Ludwig von Helmholtz y Leo Königsberger. Esos profesores le aconsejaron marchar a Berlín a recibir clases de Karl Weierstraß o Weierstrass, pero de forma privada, las mismas que éste impartía en la universidad, ya que esa institución no permitía la formación de mujeres. Karl Weierstraß lo hacía con gusto, pues era una de sus mejores discípulas. Al mismo tiempo que estudiaba, comenzaba su trabajo de doctorado.
Cuando estalló la Comuna de París en 1871, Sofia marchó allí con su marido y su hermana Anna, apoyándola a ella y a su marido en la revolución desde abril hasta mayo de 1871, aunque no de forma activa: trabajaba en un hospital. Vuelta a Berlín, empezó a investigar sobre tres tesis en noviembre de 1872: dos memorias sobre matemáticas y una sobre astronomía. La primera era sobre ecuaciones con derivadas parciales, en la que consiguió corregir y mejorar un resultado de Cauchy (enunciando y demostrando lo que hoy se llama el Teorema de Cauchy-Kovalévskaya). La segunda era un estudio sobre las integrales abelianas, y la tercera explicaba la forma de los anillos de Saturno. Por esas tres memorias obtuvo el título de doctora summa cum laude en la Universidad de Gotinga en 1874, siendo la primera mujer en obtener ese título no solo en Alemania, sino en el mundo (aunque ya Maria Gaetana Agnesi había obtenido uno en Bolonia en el siglo XVIII). Weierstrass le había buscado una universidad que aceptase doctorar a una mujer, por más que, como él decía, cada uno de esos tres trabajos hubiera bastado por sí solo para hacer una tesis doctoral; lo consiguió a condición de que no pasara el examen oral, eso es, Sofía se doctoró in absentia. Con su marido Vladímir Kovalevski, paleontólogo y traductor de Charles Darwin al ruso, Sofia marchó a Inglaterra, donde conoció a la novelista George Eliot y al filósofo de la evolución Herbert Spencer.
Otra vez en Rusia, no encontró modo de ejercer su oficio de matemática ni convalidar su título; además, una especulación inmobiliaria prácticamente arruinó a la pareja, que atravesó entonces por grandes estrecheces económicas, agravadas al nacerles una hija. Tras unos años de interrupción, volvió en 1880 a las matemáticas, aunque su marido subestimaba sus cualidades científicas; tradujo su disertación al ruso y la presentó a un congreso en ese mismo año. Para escapar de los acreedores se mudaron a Moscú, donde ella asistió regularmente a los eventos de la Sociedad de Matemática de Moscú. Estaba nuevamente tan fascinada por las matemáticas que decidió viajar a Berlín durante dos meses para actualizarse y conectar con las investigaciones recientes. Como ya no podía ayudarle, dejó en marzo de 1881 a su esposo, que ahora se había enredado en otro ruinoso negocio petrolero, y a finales de año se mudó a París con su pequeña hija. En 1882, ya había conocido a los matemáticos franceses más importantes y, en julio, fue aceptada en la Sociedad Matemática de París.
Gracias al matemático sueco Gösta Mittag-Leffler, Sofía pudo trabajar a prueba durante un año en la Universidad de Estocolmo en 1884 como Privatdozent. Aunque empezó dando clases en alemán, a los seis meses ya había aprendido el sueco. Durante ese tiempo, Sofía escribió el más importante de sus trabajos, que aportaba una nueva solución a uno de los problemas que más habían atribulado a matemáticos famosos: la rotación de cuerpo sólido en torno a un punto fijo, problema tan difícil que la Academia de ciencias de Berlín había propuesto un premio hacia 1850 sin obtener ningún resultado. Se conocían las soluciones de Euler y Lagrange, pero Kovalévskaya encontró el tercer y último caso que quedaba en el cual se podían resolver las ecuaciones, y las resolvió. Y por su trabajo innovador y original sobre ese tema obtuvo el premio Bordin de la Academia de ciencias de París (1888), y el de la Academia de ciencias de Estocolmo al año siguiente. Además, le dieron un puesto permanente de profesora en la Universidad de Estocolmo, convirtiéndose así en una de las primeras mujeres profesoras de universidad de Europa. Además, participó activamente en la redacción de la revista Acta Mathematica, fundada por Mittag-Leffler.
Entre sus trabajos, figuran «Sobre la teoría de las ecuaciones diferenciales», que apareció en la Revista de Crelle, y «Sobre la rotación de un cuerpo sólido alrededor de un punto fijo». El cuento homónimo del libro Demasiada felicidad, de la ganadora del Premio Nobel de Literatura, Alice Munro, está inspirado en la vida de Kovalévskaya.
Sofía Vasílievna Kovalévskaya, murió en Estocolmo, Suecia, el 10 de febrero de 1891.
Referencias
- Sofía Kovalévskaya. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Sofia_Koval%C3%A9vskaya