El astrónomo, filósofo, teólogo, matemático y poeta italiano Filippo Bruno, conocido como Giordano Bruno, nació en Nola; en enero o febrero de 1548. Sus teorías cosmológicas superaron el modelo copernicano, pues propuso que el Sol era simplemente una estrella y que el universo debía contener un infinito número de mundos habitados por animales y seres inteligentes. Miembro de la Orden de los Dominicos, propuso en el campo teológico una forma particular de panteísmo, lo cual difería considerablemente de la visión cosmológica sostenida por las distintas confesiones cristianas.
Además de esos razonamientos, sus afirmaciones teológicas también fueron otra de las causas de su condena, que lo llevaron a ser ejecutado por las autoridades civiles de Roma después de que la Inquisición romana lo declarara culpable de herejía, razón por la cual fue quemado vivo en la hoguera. Tras su muerte, su nombre ganó fama considerable, particularmente en el siglo XIX y principios del XX.
El 21 de mayo de 1592, Mocenigo, “no satisfecho de la enseñanza y molestado por los discursos heréticos de su huésped”, le denunció a la Inquisición. La Inquisición veneciana lo encarcela el 23 de mayo de 1592 y es reclamado por Roma el 12 de septiembre. El 27 de enero de 1593 se ordenó el encierro de Giordano Bruno en el Palacio del Santo Oficio, en el Vaticano. Estuvo en la cárcel entre siete y ocho años mientras se disponía el juicio —bajo el tribunal de Venecia—, en el que se le adjudicaban cargos por blasfemia, herejía e inmoralidad; así como por sus enseñanzas sobre los múltiples sistemas solares y sobre la infinitud del universo. Durante la ocupación napoleónica se perdieron la mayoría de los folios de ese juicio.
El proceso fue dirigido por el cardenal Roberto Belarmino, canonizado en 1930 por la Iglesia católica, y quien años después, en 1616, llevaría el similar proceso contra Galileo Galilei. Giovanni Mocenigo fue acusado de herejía al descubrirse que intentaba dominar las mentes ajenas, cosa que Bruno se negó a enseñarle. Nunca fue apresado ni existió proceso en su contra.
En 1599 se expusieron los cargos en contra de Bruno, recopilados por el propio Belarmino y el dominico Alberto Tragagliolo (comisario general del Santo Oficio). Las múltiples ofertas de retractación fueron desestimadas. Finalmente, sin que se tenga conocimiento del motivo, Giordano Bruno decidió reafirmarse en sus ideas y, el 20 de enero de 1600, el papa Clemente VIII ordenó que fuera llevado ante las autoridades seculares. Las alegaciones finales por escrito de Bruno, dirigidas al pontífice, “fueron abiertas pero no leídas”.
La Inquisición lo acusó inicialmente por sus ideas antidogmáticas, que ya le habían costado el hábito dominico. Como antitrinitario, rechazó la virginidad de María y la transubstanciación. Sus reflexiones sobre cuestiones de cosmología y su atracción por la magia dieron gradualmente lugar a una impresionante lista de acusaciones. Al final, impugnaron el conjunto de su pensamiento. En febrero de 1593, Bruno fue encarcelado en las prisiones del Santo Oficio. El juicio se prolongó durante otros dos años, antes de tomar la decisión de realizar un estudio en profundidad de sus obras, que fueron censuradas y posteriormente quemadas en la plaza de San Pedro.
Desde su celda, Bruno terminó de escribir una declaración para su defensa, y presentó su alegato final el 20 de diciembre de 1594 ante el Santo Oficio. El juicio fue interrumpido durante seis meses, tiempo durante el cual Bruno continuó defendiendo activamente su teoría de los infinitos mundos, a veces afirmando que estaba dispuesto a retractarse, y otras declarando que era fiel a sus ideas. Por lo tanto, el cardenal Belarmino elaboró una lista de las teorías consideradas heréticas, sobre las que Bruno de nuevo vaciló antes de negarse categóricamente a renunciar a ellas.
Lo habitual era ejecutar al acusado de herejía (siempre que este se retractara en el último momento) y después quemar el cuerpo. En el caso de Giordano Bruno, tras casi ocho años de cautiverio, fue quemado vivo el 17 de febrero de 1600 en el Campo de’ Fiori, en Roma.
Durante todo el proceso fue acompañado por monjes católicos. Según testigos presenciales, el nolano fue “despojado de sus ropas, desnudado y atado a un palo”; además, llevaba la lengua “aferrada en una prensa de madera para que no pudiese hablar”. Antes de ser quemado en la hoguera, uno de ellos le ofreció un crucifijo para que lo besara, pero Bruno lo rechazó y dijo que moriría como un mártir y que su alma subiría con el fuego al paraíso.
Casi tres siglos después de su muerte, el 9 de junio de 1889, se erigió por suscripción internacional una estatua en el lugar de su muerte, exaltando su figura como mártir de la libertad de pensamiento y de los nuevos ideales.
Giordano Bruno fue ante todo un antiaristotélico. Rechaza la idea de vacío como lo entendía Aristóteles, y por tanto la ausencia de espacio más allá de la esfera de las estrellas fijas. Bruno creía que la Tierra giraba alrededor del Sol y que la rotación diurna aparente de los cielos es una ilusión causada por la rotación de la Tierra alrededor de su eje. Bruno también sostuvo que, porque Dios es infinito, el universo podría reflejar ese hecho. Bruno también afirmó que las estrellas en el cielo eran otros soles como el nuestro, a las que orbitan otros planetas. Indicó que el apoyo de esas creencias en ninguna manera contradecía las Escrituras o la verdadera religión.
Bruno también afirmó que el universo era homogéneo, compuesto por los cuatro elementos (agua, tierra, fuego y aire), en lugar de tener las estrellas una quintaesencia separada. En esencia —aunque el uso de ese término sea anacrónico—, las mismas “leyes físicas” estarían operando en todas partes. Espacio y tiempo eran ambos infinitos. No había lugar en su universo estable y permanente para las nociones cristianas de la creación y el juicio final.
La cosmología de Bruno está marcada por la infinitud, homogeneidad e isotropía, con sistemas planetarios con vida distribuidos uniformemente a lo largo de todo el universo. Famosa es la evidencia dada por Giordano Bruno de la relatividad del movimiento. Él muestra que la Tierra no es estática. Si cae una piedra desde la parte superior del mástil de un barco en movimiento, caerá aún al pie del mástil, sin importar el movimiento del barco; demostrando que uno no puede considerar el movimiento de un cuerpo en términos absolutos, solo con un sistema de referencia.
Bruno también defendió el atomismo, recuperando los conceptos materialistas de la Antigüedad. Eso se expone en varias de sus obras, especialmente en De triplici minimo et mensura, donde sostiene que todos los compuestos físicos mutan y retornan a los mínimos o átomos, de los cuales a su vez surgen nuevos cuerpos que reconfiguran el universo una y otra vez (la conocida como “alternancia vicisitudinal”, en lenguaje bruniano), y señalando a la aritmética, la geometría y la física como las tres ramas básicas del conocimiento.
Referencias
- Giordano Bruno. Enciclopedia Británica. https://www.britannica.com/biography/Giordano-Bruno
- Giordano Bruno. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Giordano_Bruno