Compartir

Más del 70 por ciento de los 11,2 millones de cubanos ha nacido y vivido bajo el bloqueo

Como tantos otros en Cuba, Manuel y Marisela conforman un matrimonio común y corriente, al que llamaremos los Pérez. Ellos, junto a sus hijos Manolito y Yeni, conviven con María y Alberto, los abuelos maternos de los dos niños.

Cada día, Marisela se levanta a las seis para preparar el desayuno familiar. Usa un poco de la leche que le dan por dieta médica a sus padres, pero cuando se termina tiene que inventar en la cocina.

Antes de ir a la escuela, Manolito, que tiene ocho años, toma un poco de yogurt de soya, mientras Yeni, que ronda los 14, ataca un pan con tortilla. Los cuatro adultos se conforman con un poco de café.

Ese magro desayuno, entre otras causas, es la expresión concreta del daño del bloqueo que nos impuso Estados Unidos hace medio siglo y que en el último año dejó pérdidas a la Industria Alimentaria y a la Agricultura por más de 413 millones de dólares.

En su Escuela primaria, Manolito tiene asegurado todo el material escolar y nunca en su vida tendrá que pagar por recibir clases en todos los niveles de enseñanza.

Pero para garantizar lo elemental en las clases, el estado tiene que asumir, por obra y gracia del bloqueo, mayores tarifas de importación desde países lejanos o prescindir de medios de enseñanza o tener un acceso limitado a la información científica.

Todos esos problemas lo sufre también su hermana Yeni, quien estudia violín en una Escuela de música. Sobre ella recaen además las dificultades del país en el acceso a libros de lectura musical, cuadernos de hojas pautadas, cuerdas para guitarra, violín, violonchelo y contrabajo.

Los Padres

El matrimonio de Manuel y Marisela es el centro de la familia de los Pérez, que cada día sufre los rigores de una cotidianeidad signada por la hostilidad de Estados Unidos.

Los cubanos sufren las carencias de un sistema de transporte público dañado por el bloqueo

Ella, después que sus hijos van a la escuela, sale a la calle a tomar una guagua para ir hasta su empresa. Tras esperar unos 30 minutos en una parada, logra montar en un ómnibus repleto hasta la agonía y que casi colapsa en cada esquina.

Sudorosa y ya medio desarreglada, Marisela empieza su jornada laboral sin saber que de abril de 2017 hasta marzo último, los daños provocados por el bloqueo al sector del transporte ascienden a más de 101 millones de dólares.

Entre otras causas, esa cifra incide sobre todo el sistema nacional de transporte y complica el acceso no solo a un parque mejor y más moderno, sino a partes y piezas de repuesto.

Como su esposa, Manolo sufre las mismas angustias para llegar a su puesto en una entidad que se dedica a la recuperación de materias primas.

Esa empresa se encarga de la recuperación, procesamiento y comercialización de materiales y desechos reciclables generados por la industria, los servicios y la comunidad. Es un trabajo que tiene mucho que ver no solo con el ahorro y la sustitución de importaciones, sino con el imprescindible cuidado del medio ambiente.

La labor de Manolo es bastante manual, como consecuencia de que la industria cubana no puede acceder a medios tecnológicos necesarios para la recuperación, compactación, trituración, corte y transportación de los desechos reciclables, puesto que son fabricados por compañías estadounidenses.

Los abuelos

Al filo de los 73 años, María solo requiere de algunos medicamentos, pero más compleja es la situación de su esposo Alberto con una afección más grave.

El sector de la salud acumula pérdidas por más de 2 500 millones de dólares, provocadas por el bloqueo

Con su tarjetón en la mano, María sale temprano a la cercana farmacia a comprar sus necesarias pastillas. Sin embargo, las cápsulas están en falta porque Farmacuba, por obra y gracia del bloqueo, no ha podido adquirir a tiempo la materia prima, luego de perder a un antiguo proveedor, cuyas acciones fueron vendidas a compañías estadounidenses lo que significó el fin de la relación contractual con Cuba.

Esa hostil política acumula sobre el sector de la salud pérdidas por más de 2 500 millones de dólares. Pero la angustia de María por la falta de sus medicinas no puede ser cuantificada, ni tampoco la zozobra de su esposo Alberto.

El abuelo Alberto está ansioso, porque espera someterse a una operación cardiovascular para colocarle una válvula que impide el reflujo de la sangre que entra al corazón.

El anciano será operado, sin dudas, y la importante intervención no le costará nada, ya sea en el Hospital Cardiovascular, de La Habana, o en los Cardiocentros de Santa Clara o Santiago de Cuba.

El país hará lo imposible por salvarle la vida, aunque, bajo la presión del bloqueo, la empresa estadounidense Cook Medical se niegue a vender a Cuba las válvulas cardiacas de diferentes tipos, las prótesis vasculares y los dispositivos de extracción de electrodos, entre otros productos destinados a mejorar el diagnóstico y tratamiento de pacientes cardiópatas.

Un país

De una u otra forma, el bloqueo tiene efecto sobre todas las familias cubanas. Es nivel familiar donde los daños son más duros, porque inciden sobre la cotidianeidad, pero quizás son más difusos y difíciles de ver.

Por eso, las cosas se comprenden mejor cuando uno sabe que la rigurosa y  detallada cuantificación que lleva el país sobre esas pérdidas, supera los 933 000 millones de dólares, si se tiene en cuenta la depreciación de esa moneda ante el valor del oro.

La alimentación es una preocupación cotidiana para los cubanos que viven bajo el asedio del bloqueo

Esa astronómica cifra es el acumulado de 60 años de hostilidad, aunque solo desde abril del pasado año hasta marzo último, perdimos más de 4 300 millones. Y la llegada de Trump a la Casa Blanca ha significado un recrudecimiento de esa política, cuyo objetivo confeso es cargarnos de penurias para rendirnos por hambre.

Nadie puede imaginar cuán lejos hubiera llegado la nación sin la hostilidad de Estados Unidos.

¿Qué hubiéramos podido hacer con más de 933 000 millones de dólares? ¿Cuál sería el comportamiento de nuestra economía? ¿A qué nivel estarían nuestros programas sociales? ¿En qué punto del desarrollo humano estaría este país?

Son preguntas que no tienen respuesta, pero que ponen a pensar sobre el impacto de una política hostil, rezago hemisférico de la Guerra Fría.

Por eso, mirar los efectos de esa agresividad del gobierno de Estados Unidos sobre cualquier familia es una aproximación medianamente sociológica a un fenómeno con implicaciones mayores, incluso fuera de nuestras fronteras por aquello de la extraterritorialidad.

El bloqueo, ya lo han dicho muchos, es un acto de genocidio y al mismo tiempo el mayor obstáculo que enfrentamos los cubanos.