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La Habana, Cuba. – Dicen que el último concierto de Frédéric Chopin en París como ningún otro logró tan grande comunión con el público; la Sala Pleyel, ubicada entonces en la rue Rochechouart, estaba repleta, tras venderse las entradas mucho antes.

Fue el 16 de febrero de 1848, y en el variado repertorio destacó obras como su Sonata para cello y el trío para piano, violín y violonchelo de Mozart, y se acompañó de su amigo el violonchelista August Franchomme y el violinista Delfino Alard.

Para El Poeta del piano fue un concierto largo, un canto del cisne minado por la tuberculosis, y en medio del agotamiento, durante el entreacto tuvo un síncope en el vestíbulo.

De ese último concierto parisino de Frédéric Chopin en la Sala Pleyel es la única fotografía que se le conoce; su autor fue el fotógrafo Louis-Auguste Bisson, del estudio de La Madeleine.

El corazón de Chopin

Tras la muerte del músico Frédéric Chopin el 17 de octubre de 1849, en París, su corazón fue colocado en una vasija colmada de coñac; hoy se conserva como un tesoro nacional en la iglesia de la Santa Cruz, en Varsovia.

Se respetaba así su voluntad, pues con miedo a despertar en un ataúd, había hecho jurar a su hermana Ludwika que separara el corazón del cuerpo y lo llevara a la Polonia natal; mientras, el cuerpo quedaba en la necrópolis francesa de Père Lachaise, cubierto con un puñado de tierra polaca.

El máximo exponente de la música de su país en su tiempo, dejaba como legado doscientas obras para piano, entre ellas, mazurcas, estudios, preludios, nocturnos, valses, conciertos, sonatas, baladas y polonesas.

Por sus innovaciones en los procesos tonales y armónicos, Frédéric Chopin es considerado un revolucionario de la música.