La Habana, Cuba. – “Buen día, saludo a todos, bienvenidos a la Embajada del Reino de Noruega en Cuba. Pueden pasar, las puertas están abiertas, hacer fotos, preguntar y compartir todo aquello que consideren de valor patrimonial y le resulte interés”. Fueron las palabras de Dra. Claudia Felipe, facilitadora de la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe, encargada del recorrido palmo a palmo por las instalaciones de una de las antiguas mansiones del capitalino barrio del Vedado.
El barrio constituyó un icono en materia de desarrollo arquitectónico, no solo para Cuba, también para la región, siendo fiel exponente del trazado de una ciudad moderna, donde se comparten espacios con palacetes y mansiones construidos como el más fino gusto estético de su tiempo para el disfrute de la clase media y la alta burguesía comercial, industrial y agrícola de entonces.
Múltiples familias de abolengo habitaron la exclusiva zona hasta 1959. Posterior a la fecha la barriada se populizó con las posibilidades abiertas en el orden sociopolítico y económico. Muchas de las construcciones emblemáticas pasaron a ser sedes de instituciones culturales, políticas y económicas del país, conservando en la medida de los posibles los valores originales. Otras derivaron en instalaciones diplomáticas y consulares de varias naciones, atesorando con mayor celo, los valores patrimoniales originarios, vedados hasta estos días para la mayoría de los cubanos y cubanas por regulaciones propias del ejercicio de la diplomacia.
La Oficina Regional de la UNESCO ha promovido un circuito cultural singular en la barriada, para ello promovió la apertura de varias mansiones y palacetes al público ávido de interactuar con el patrimonio reservado hasta entonces, denominando el ejercicio de profundos visos culturales “puertas abiertas”, con lo cual el público asistente —en algunos casos especializado en temas arquitectónicos y patrimoniales— ha gozado de una posibilidad inédita.
Las instalaciones que abrieron sus puertas esta vez son la Oficina Regional de Cultura de la UNESCO; la sede de la UNEAC; la Real Embajada de Noruega en La Habana; el Centro Cultural Dulce María Loinaz; la Embajada de la República Popular China; la Residencia del Embajador Británico; la Casa de la Amistad y la Casa del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
Al decir de una de las guías de la UNESCO: “Hoy tienen la posibilidad de apreciar una parte del patrimonio que pertenece a los cubanos porque está en su propia tierra”.
Lo real maravilloso del acto es la singular oportunidad de apreciar una parte de los valores arquitectónicos y patrimoniales conservados en los reconocidos palacetes. Son construcciones emblemáticas y los países e instituciones que hacen estancia se han encargado de restaurar y conservarlos con delicada devoción en la mayoría de casos.
Uno de los momentos de mayor significación ha sido el recorrido realizado por los estudiantes de arquitectura de la Ciudad Universitaria José Antonino Echevarría (CUJAE) y de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, quienes con una visión especializada y crítica han reconocido que aún falta por hacer en materia de conservación, preservación y restauración patrimonial en algunas instalaciones, de manera que pueda conjugar armónicamente y en un mismo espacio lo útil y lo bello. Las palmas en este caso fueron para el excelente estado de la Residencia del Embajador Británico.
El evento permitió, a su vez, nutrir de “la historia desconocida” a los funcionarios diplomáticos y directivos de las instituciones que radican en los inmuebles, siendo una especie de retroalimentación oportuna, pues algunos de los visitantes son conocedores no solo la historia de las edificaciones, también de los constructores y artistas que con sus oficios imprimieron el sello distintivo de una época o de una escuela determinada.
Fue develada, por ejemplo, la autoría de vitrales de exquisita factura, únicos en su tipo y para los cuales se utilizaron técnicas exclusivas ya desaparecidas.
El pueblo cubano es culto y tiene desarrollado un agudo sentido ético y estético, por tanto, agradece iniciativas como la vivida durante la jornada de recorridos y acompañamiento de prestigiosas instituciones internacionales como lo es la UNESCO. Regularizar los recorridos posibilitaría asegurar —junto a los actores directos e indirectos del suceso— la memoria patrimonial y la puesta en valor de nuevos espacios y objetos que en la barriada capitalina del Vedado conforman inequívocamente la cultura de la nación y universal.