La Habana, Cuba. – Se atrevió a habitar Buenos Aires con un hijo sin padre reconocido, después de desandar como aprendiz de taller, actriz de compañía errante, maestra rural, entre otras.

Esa era Alfonsina Storni, la suiza que abrazó a la Argentina como patria, a pesar de ingratos desamores; pero aquella mujer trágica, de vivo genio, nos dejó una prosa feminista, cuya originalidad cambió el sentido de las letras de Latinoamérica.

Ella, junto a Delmira Agustini y Gabriela Mistral, conformaron la tríada cimera de las poetisas de la primera mitad del siglo XX en estas tierras.

Ser humano que consideraba el suicidio como una elección concedida por el libre albedrío, Alfonsina Storni lo hizo en la playa La Perla, en Mar del Plata, lanzándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres. Fue el 25 de octubre de 1938. Su último poema lo había titulado Voy a dormir.

A quienes no realizaron sus sueños

Días después del suicidio, un periódico argentino dijo escuetamente que Alfonsina Storni “hacía versos”.

Era la reacción ofensiva de una sociedad que no admitía el talento de una mujer, cuya obra enarboló la defensa de la libertad artística e individual. La Nación, sin embargo, publicó su Voy a dormir, cuyo final es un misterio poético al decir: “Si él llama nuevamente por teléfono/ le dices que no insista, que he salido”.

Aún con depresiones cíclicas, paranoia y ataques de nervios, tuvo la osadía de soñar con cantar por las calles acompañada de violines, de escribir para no morir, de ahondar en los problemas femeninos sin vestiduras endulzadas. A veces decía: “Me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo”.

La gran Alfonsina Storni escribió en su tercer poemario: “A los que como yo/ nunca realizaron/ uno solo de sus sueños”.