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“No es lo mismo estar desinformado que haber perdido la capacidad de pensar”.

Fidel Castro Ruz

La Habana, Cuba. – Ya desde los años 50 el general y entonces presidente de los Estados Unidos Dwight David Eisenhower decía, “La Guerra Psicológica es la lucha por ganar las mentes y las voluntades de los hombres”. Por su parte el general, también norteamericano, Douglas MacArthur, planteaba “Una guerra no se puede sostener sin el apoyo de la opinión pública, la cual es tremendamente moldeable por la prensa y otras formas de propaganda” y el primer director de la CIA, Allan Wels Dulles, mencionaba “El objetivo final de la estrategia a escala planetaria, es derrotar en el terreno de las ideas a las alternativas a nuestro dominio mediante el deslumbramiento y la persuasión, la manipulación del inconsciente”. Menciono esto para que el lector vea que el termino Guerra Cognitiva, puesto de moda en los últimos tiempos, no es nada nuevo bajo el Sol, es solo es un recurso sacado del armario y reciclado. Manos a la obra

La guerra psicológica y las operaciones psicológicas han sido conocidas también con otros términos, como guerra política, “ganar las mentes y los corazones” y propaganda. El término de guerra psicológica se usa para “definir cualquier acción que se practica sobre todo por métodos psicológicos con el ánimo de evocar una reacción psicológica planeada en otras personas”. Se usan varias técnicas para realizarla y se dirigen a influir en el sistema de valores, en el sistema de creencias, en las emociones, en el razonamiento o en el comportamiento del público. Se emplea para inducir confesiones o reforzar actitudes y comportamientos favorables al que tiene algún propósito, y se combinan a menudo con operaciones encubiertas y tácticas de falsa bandera. También se emplea para destruir la moral de los enemigos a través de tácticas que ayuden a deprimir a las tropas de los estados. Los objetivos pueden ser gobiernos, organizaciones, grupos e individuos, y no solamente soldados. Los civiles de países extranjeros también pueden ser los objetivos, con el uso de las nuevas tecnologías y los medios de comunicación, para causar algún efecto en el gobierno de ese país.

Algo de historia.

En el siglo VI A.N.E., el griego Bías de Priene resistió con éxito el asedio del rey de Lidia, Aliates, engordando un par de mulas y llevándolas fuera de la ciudad sitiada para dar la impresión de que tenían abundancia de recursos. En la batalla de Pelusium, en el 525 N.N.E., entre el Imperio persa y Egipto, los persas fueron con gatos para afectar a la moral de los egipcios, que los consideraban sagrados. Alejandro Magno conquistó gran parte de Europa y de Oriente Medio y mantuvo sus territorios empleando a las élites locales en la administración, también dejó a algunos de sus hombres en cada ciudad conquistada para que implementasen la cultura griega y acabaran con las opiniones disidentes. A los soldados se les pagaron dotes para que se casasen con las lugareñas.

Genghis Khan, jefe del Imperio mongol en el siglo XIII, empleó técnicas menos sutiles. Trataba de acabar con la voluntad del enemigo antes de atacar el asentamiento. Los generales mongoles exigían la sumisión a Khan y amenazaban a las ciudades con la destrucción completa si se negaban a rendirse. Si tenían que luchar para tomar el asentamiento, los generales mongoles cumplían sus amenazas y masacraban a los supervivientes. Las historias de la horda invasora se extendían a las aldeas cercanas y se creaba un ambiente de inseguridad que socavaba las posibilidades de una resistencia en el futuro. El Khan también empleaba tácticas que hacían que su número de tropas pareciese mayor de lo que realmente era. Durante las operaciones nocturnas ordenaba a cada soldado encender tres antorchas hasta el amanecer para generar la ilusión de un ejército gigantesco y así engañar e intimidar a los exploradores enemigos. A veces también ataba objetos a las colas de los caballos para que, cuando cabalgasen en un campo abierto que tuviera el terreno seco, levantase una nube de polvo que diese al enemigo la impresión de un mayor número. Sus soldados también usaban unas flechas especiales que silbaban mientras volaban por el aire, para atemorizar al enemigo con aquel ruido

En la década de 1740, el rey Federico el Grande de Prusia tenía un regimiento especial con hombres de más de 2,2 metros de altura. Solamente usaba a sus “gigantes” cuando creía que iba a ganar, y el enemigo se sentía vencido con solo verlos. El califa musulmán Omar, en sus batallas contra los bizantinos, enviaba a pequeños grupos de refuerzos para que pareciese que se estaba acumulando un gran ejército y que debían pactar con él.

Algo similar a lo que ocurrió con la radio en la primera mitad del siglo XX, y, retrocediendo en el tiempo, otros tipos de mensajería, como los telegramas, los mensajes en código Morse e incluso las cartas, como en el célebre caso -no militar, sino que económico- del Fraude contra la Bolsa de Comercio de Londres de 1814, donde, en la madrugada del lunes 21 de febrero de 1814, un hombre uniformado que sostenía que era el coronel du Bourg arribó al Ship Inn de Dover en Inglaterra, anunciando que Napoleón I de Francia había sido asesinado y que los Borbones finalmente se habían alzado con la victoria, lo que causó un fuerte impacto en la misma Bolsa de Valores de Londres. Todo eso había sido un fraude deliberado y varias de las mentes involucradas en el hoax acuñaron fortunas.

El comienzo de las operaciones de guerra psicológica modernas se suele situar en la I Guerra Mundial. En aquel entonces, las sociedades occidentales estaban más educadas y urbanizadas, y se podían difundir masivamente periódicos y carteles. También era posible lanzar pasquines como propaganda aerotransportada o lanzarlos mediante sistemas de morteros. Los británicos tenían un servicio diplomático que mantenía buenas relaciones con muchas naciones del mundo, a diferencia de Alemania. En agosto de 1914, David Lloyd George nombró al parlamentario Charles Masterman director de una agencia de propaganda en Wellington House. Un grupo de escritores con talento se apuntaron a la misma, entre los que estaban Arthur Conan Doyle, Ford Madox Ford, G. K. Chesterton, Thomas Hardy, Rudyard Kipling y H. G. Wells. Se publicaron más de 1160 panfletos durante la guerra. Se distribuyeron a países neutrales y, finalmente, a Alemania. Una de las primeras publicaciones importantes, el Report on Alleged German Outrages de 1915, tuvo un gran efecto en la opinión general de todo el mundo. El panfleto documentó las atrocidades, tanto reales como alegadas, cometidas por el ejército alemán contra civiles belgas. Un ilustrador holandés, Louis Raemaekers, proporcionó los dibujos altamente emocionales que aparecieron en el panfleto.

En 1917, la oficina pasó a estar en el Departamento de Información y se ramificó para el telégrafo, la radio, los periódicos, las revistas y el cine. En 1918, Viscount Northcliffe fue nombrado director de propaganda en países enemigos. El departamento realizaba propaganda contra Alemania, organizada por H. G. Wells, y contra el Imperio austro-húngaro, supervisada por Wickham Steed y Robert William Seton-Watson. Esa última estaba centrada en mermar la cohesión étnica del Imperio y aumentar las discrepancias de las minorías, como los croatas y los eslovenos. Eso tuvo una importancia significativa en el colapso del Ejército Austrohúngaro en la batalla de batalla de Vittorio Veneto. Se lanzaron panfletos por aire contra las trincheras alemanas con postales de prisioneros de guerra que detallaban su situación, noticias de rendiciones y propaganda contra el káiser y los generales alemanes. Al final de la guerra, el MI7b había distribuido unos 26 millones de panfletos. Los alemanes empezaron a disparar a los aviones que llevaban la propaganda, provocando que los británicos desarrollasen globos no tripulados para lanzarla. Al menos uno de cada siete de estos panfletos no era entregado por los soldados a sus superiores, a pesar de las severas penas por aquel delito. Incluso el general Hindenburg admitió que “sin sospechar nada, muchos miles consumieron el veneno”, y los prisioneros de guerra admitieron que se sentían desilusionados cuando los panfletos propagandísticos les presentaban como carne de cañón. En 1915, los británicos empezaron a tirar un periódico regular, Le Courrier de l’Air, para los civiles en territorios de Francia y Bélgica ocupados por Alemania.

Al inicio de la guerra, el gobierno francés tomó el control de los medios para eliminar las noticias negativas. Solo en 1916, con el establecimiento de la Maison de la Presse, empezaron a usar tácticas similares para propósitos de guerra psicológica. Una de sus secciones fue el Servicio de Propaganda Aérea, dirigido por el profesor Ernest Tonnelat y por Jean-Jacques Waltz, un artista de Alsacia con el nombre en clave de Hansi. Los franceses solían distribuir solamente panfletos con ilustraciones, aunque los Catorce Puntos del presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson, que había sido muy modificado por los periódicos alemanes, fue distribuido íntegro por el Servicio de Propaganda Aérea francés. Las Potencias Centrales usaron poco estas técnicas; no obstante, al comienzo de la guerra los alemanes lograron que el sultán del Imperio otomano a declarase la guerra santa contra la Triple Entente. También intentaron fomentar la rebelión contra el Imperio británico en Irlanda, Afganistán y la India.

Adolf Hitler estuvo muy influenciado por las tácticas psicológicas de guerra que los británicos habían empleado durante la Primera Guerra Mundial y atribuyó la derrota de Alemania a los efectos que esa propaganda tuvo en los soldados. Se comprometió con el uso de la propaganda de masas para influir en las mentes de la población alemana en las próximas décadas. Al llamar a su movimiento el Tercer Reich, pudo convencer a muchos civiles de que su causa no era solo una moda pasajera, sino el camino hacia su futuro. Joseph Goebbels fue nombrado ministro de propaganda cuando Hitler llegó al poder en 1933, y retrató a Hitler como una figura mesiánica para la redención de Alemania. Hitler también combinó eso con las proyecciones resonantes de sus oraciones para lograr efecto. El plan de invasión alemana de Checoslovaquia de Fall Grün tenía una gran parte relacionada con la guerra psicológica dirigida tanto a los civiles y al gobierno checoslovacos como, de manera crucial, a los aliados checoslovacos. Tuvo éxito hasta el punto de que Alemania obtuvo el apoyo del Reino Unido y Francia a través del apaciguamiento para ocupar Checoslovaquia sin tener que luchar en una guerra total, sufriendo solo pérdidas mínimas en la guerra encubierta antes del Acuerdo de Múnich.

Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los británicos establecieron el Ejecutivo de Guerra Política para producir y distribuir propaganda. Mediante el uso de potentes transmisores, se podían realizar transmisiones en toda Europa. Sefton Delmer manejó una exitosa campaña de propaganda negra a través de varias estaciones de radio que fueron diseñadas para ser populares entre las tropas alemanas y al mismo tiempo presentar material de noticias que debilitaría su moral bajo una apariencia de autenticidad. El primer ministro británico Winston Churchill, hizo uso de las emisiones de radio para hacer propaganda contra los alemanes. Durante la Segunda Guerra Mundial, los británicos hicieron un uso extensivo del engaño y desarrollaron muchas técnicas y teorías nuevas. Los principales protagonistas en ese momento fueron la “Fuerza A”, establecida en 1940 bajo Dudley Clarke, y la Sección de Control de Londres, constituida en 1942 bajo el control de John Bevan. Clarke fue pionero en muchas de las estrategias de engaño militar. Sus ideas para combinar órdenes de batalla ficticios, engaño visual y agentes dobles ayudaron a definir la estrategia de engaño de los aliados durante la guerra, por lo que se le conoce como “el mayor engañador británico de la Segunda Guerra Mundial”.

Durante el período previo a la invasión aliada de Normandía, se idearon muchas tácticas nuevas en la guerra psicológica. El plan de la Operación Bodyguard establecía una estrategia general para engañar al alto mando alemán en cuanto a la fecha y el lugar exactos de la invasión. La planificación comenzó en 1943 bajo los auspicios de la Sección de Control de Londres. Se presentó un borrador de estrategia, denominado Plan Jael, al alto mando aliado en la Conferencia de Teherán. La Operación Fortitude tenía la intención de convencer a los alemanes de una mayor fuerza militar aliada de la que existía (a través de ejércitos ficticios), falsificó operaciones para preparar el terreno para la invasión y filtró información sobre el orden de batalla y los planes de guerra de los aliados. Se llevaron a cabo engaños navales elaborados (Operaciones Glimmer, Taxable y Big Drum) en el Canal de la Mancha. Pequeños barcos y aviones simularon flotas de invasión situadas frente a Pas de Calais, Cap d’Antifer y el flanco occidental de la fuerza de invasión real. Al mismo tiempo, la Operación Titánico involucró a la RAF lanzando paracaidistas falsos al este y al oeste de los desembarcos de Normandía. Los engaños se implementaron con el uso de agentes dobles, tráfico de radio y engaño visual. La operación anti espionaje británica Double Cross había tenido mucho éxito desde el comienzo de la guerra, y se utilizó agentes dobles para enviar información engañosa sobre los planes de invasión de los aliados. El uso del engaño visual, incluidos los tanques simulados y otro equipo militar, se había desarrollado durante la campaña del norte de África. El material simulado fue creado para Bodyguard. En particular, se almacenaron lanchas de desembarco ficticias para dar la impresión de que la invasión tendría lugar cerca de Calais. La Operación fue un éxito estratégico y el desembarco de Normandía tomó por sorpresa a las defensas alemanas. El engaño posterior llevó a Hitler a retrasar el refuerzo de la región de Calais durante casi siete semanas.

Poco antes del Día D, del desembarco aliado en Normandía, muchos de los soldados que participaron de la acción militar escucharon en la radio la dulce voz de Axis Sally que les señalaba de manera brutal los horrores que esperaban a británicos y estadounidenses si se atrevían a pisar suelo alemán. Axis Sally en realidad se llamaba Mildred Gillars y era una locutora estadounidense, afín al Tercer Reich, que llevó a cabo por las ondas radiales toda una campaña propagandística de guerra psicológica contra las tropas anglófonas desde 1940 y hasta el 6 de mayo de 1945, tan solo dos días antes del fin de la guerra en Europa.

Estados Unidos por su parte ejecutó un amplio programa de guerra psicológica durante la Guerra de Vietnam. El Programa Phoenix tenía el doble objetivo de asesinar al personal del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur y aterrorizar a cualquier simpatizante potencial o partidario pasivo. El programa Chieu Hoi del gobierno de Vietnam del Sur promovió las deserciones del FLN. Cuando los miembros del PRG fueron asesinados, los agentes de la CIA y las Fuerzas Especiales colocaron naipes en la boca del difunto como una tarjeta de presentación. Durante el Programa Phoenix, más de 19 000 simpatizantes del FLN fueron asesinados. Estados Unidos también usó cintas de sonidos humanos distorsionados y los reprodujo durante la noche para que los soldados vietnamitas pensaran que los muertos habían regresado para vengarse.

La CIA hizo un uso extensivo de los soldados de la Contra para desestabilizar al gobierno sandinista en Nicaragua. La CIA usó técnicas de guerra psicológica contra los panameños mediante transmisiones de televisión sin licencia. El gobierno de Estados Unidos ha utilizado transmisiones de propaganda contra el gobierno cubano a través de TV Martí, con sede en Miami. En la Guerra de Irak, Estados Unidos usó la campaña de “Conmoción y pavor” para mutilar psicológicamente al ejército iraquí y quebrantar su voluntad de luchar. En el ciberespacio, las redes sociales han permitido el uso de desinformación a gran escala. Los analistas han encontrado evidencia de fotografías manipuladas o engañosas difundidas por las redes sociales en la guerra de Siria. Los militares y los gobiernos se han involucrado en operaciones psicológicas (PSYOP) y guerras informativas (IO) en plataformas de redes sociales para regular la propaganda extranjera.

SE pudieran citar muchos más ejemplos, pero estos validan, que este asunto es de larga data.

La cosa en sí.

La guerra cognitiva es un tipo de guerra que trata sobre cómo piensa el enemigo, cómo funciona su mente, cómo ve el mundo y cómo desarrolla su pensamiento conceptual. Explotar, degradar o incluso destruir la forma en que construye su propia realidad, su autoconfianza mental, su confianza en los procesos y enfoques necesarios para el funcionamiento eficiente de grupos, sociedades o incluso naciones. Una definición reciente, de diciembre de 2019, del Belfer Center de Harvard definió la guerra cognitiva como: “una estrategia que se enfoca en alterar cómo piensa una población objetivo y, a través de eso, cómo actúa”.

Se puede considerar que la guerra cognitiva, en esencia, tiene el mismo objetivo que cualquier tipo de guerra. Como afirmaba el militar prusiano Carl von Clausewitz: “La guerra [es un] acto de fuerza para obligar a nuestro enemigo a hacer nuestra voluntad”. La guerra cognitiva, a diferencia de los dominios tradicionales de la guerra, no opera principalmente en un ámbito físico (tierra, agua, aire, espacio y ciberespacio). Por lo tanto, no utiliza una fuerza física para obligar a sus enemigos. El objetivo de ese tipo de guerra es diferente a cualquier otro tipo. En este caso “se obliga al enemigo a hacer nuestra voluntad», el objetivo es lograr que el enemigo se destruya a sí mismo desde dentro haciéndolo incapaz de resistir, disuadir o desviar nuestras metas.

Desde 2020, la OTAN lleva a cabo planes para una guerra psicológica que debe estar en pie de igualdad con las cinco áreas de operaciones anteriores de la alianza militar (tierra, agua, aire, espacio, ciberespacio). Ese es el campo de batalla de la opinión pública. Los documentos de la OTAN hablan de guerra cognitiva, guerra mental. ¿Cómo de concreto es el proyecto, qué pasos se han dado hasta ahora y a quién va dirigido? Para salir victorioso en la guerra, hay que ganar también la batalla por la opinión pública. Eso se viene haciendo desde hace más de 100 años con herramientas cada vez más modernas, las llamadas técnicas de poder blando. El politólogo estadounidense Joseph Nye define el poder blando como «la capacidad de persuadir a otros para que hagan lo que uno quiere sin utilizar la violencia o la coacción» El programa principal para ello es la «Guerra cognitiva». Con las armas psicológicas de ese programa, el hombre mismo será declarado el nuevo escenario de la guerra, el llamado «Dominio Humano».

Uno de los primeros documentos de la OTAN sobre esos planes es el de septiembre de 2020 «El sexto dominio de operaciones de la OTAN». escrito en nombre del Centro de Innovación de la OTAN (IHub). Los autores son el estadounidense August Cole, antiguo periodista del Wall Street Journal, especializado en la industria de defensa que trabaja desde hace varios años para el grupo de reflexión transatlántico Atlantic Council, y el francés Hervé le Guyader. El IHub, fundado en 2012, con sede en Norfolk, Virginia, Estados Unidos, afirma ser un grupo de reflexión en el que «expertos e inventores de todo el mundo trabajan juntos para resolver los retos de la OTAN». Oficialmente no forma parte de la organización atlántica, pero está financiado por el Mando Aliado de Transformación de la organización, uno de los dos cuarteles generales estratégicos de la Alianza.

Casi al mismo tiempo, el antiguo funcionario francés y responsable de innovación del IHub, François du Cluzel, trabajaba en el documento de estrategia global «Guerra cognitiva» que publicó el IHub en enero de 2021. En lugar de utilizar escenarios imaginarios, du Cluzel escribió un análisis detallado de la guerra de las mentes. Al igual que los autores antes mencionados subraya que «la confianza (…) es el objetivo. Eso puede ganarse o destruirse en la guerra de la información o mediante la guerra psicológica. Sin embargo, las técnicas convencionales de poder blando ya no son suficientes, lo que se necesita es una guerra cognitiva, es decir, relacionada con la mente, una «propaganda participativa» en la que «todos tomen parte». Una definición suya de guerra cognitiva es la siguiente: “Es crucial entender que se trata de un juego sobre la cognición de las personas, sobre la forma en que nuestro cerebro procesa la información y la convierte en conocimiento, en lugar de únicamente un juego sobre información o sobre aspectos psicológicos de nuestro cerebro. No es solo una acción contra lo que pensamos, sino también una acción contra nuestra forma de pensar, la forma en que procesamos la información y la convertimos en conocimiento… En otras palabras, la guerra cognitiva no es una palabra más, otro nombre para la guerra de información. Es una guerra contra nuestro procesador individual, nuestro cerebro.”

La guerra cognitiva, sin embargo, va un paso más allá que simplemente luchar para controlar el flujo de información. Más bien, es la lucha por controlar o alterar la forma en que la gente reacciona a información. La guerra cognitiva busca hacer que los enemigos se destruyan a sí mismos de adentro hacia afuera. Se define la guerra cognitiva como la militarización de la opinión pública, por una entidad externa, para el propósito de (1) influir en la política pública y gubernamental y (2) desestabilizar instituciones. La gente ha intentado influir en la opinión pública desde el surgimiento de la civilización. Es un componente esencial de las estructuras políticas en las que se ha evolucionado. Sin embargo, la militarización de la opinión pública es un desarrollo novedoso y amenazante en la forma en que se interactúa. el advenimiento de los medios de comunicación e Internet han hecho posible la manipulación a gran escala de las poblaciones a través de mensajes dirigidos, accesibles y multimodales, que ahora pueden existir bajo la apariencia del anonimato. En un mar de mil millones de voces, identificar fuentes individuales se ha vuelto increíblemente difícil. Un esfuerzo que, en cierto modo, es comparable a la dificultad de identificar quién gritó «¡Fuego!» en una multitud. Algunos argumentarán que eso es intencionado, afirmando que se requiere el anonimato para los recursos que ofrece internet. Otros, sin embargo, se preocupan por las consecuencias no deseadas que esa falta de rendición de cuentas podría provocar a largo plazo.

La principal diferencia entre la guerra de información y la guerra cognitiva es que la primera no establece una distinción entre la información táctica del campo de batalla y la información dirigida al público. Por ejemplo, la guerra de información se ocupa de ataques de denegación de servicios, DDoS, y ejércitos fantasmas mientras ninguno de esos cae en el ámbito de la guerra cognitiva. Tal vez una delimitación más nítida es que la guerra de información busca controlar la información pura en todas sus formas y la guerra cognitiva busca controlar cómo reaccionan los individuos y las poblaciones a la información presentada.

El primer objetivo fundamental de la guerra cognitiva es desestabilizar las poblaciones objetivo. La desestabilización se realiza al interrumpir la organización y la unidad de los sistemas de una población. Eso se traduce en una caída drástica de la productividad y una pérdida de cooperación, ya que esa población ahora está abrumada por problemas internos y menos enfocado en alcanzar objetivos comunes. Se perturba la organización y la unidad de sus poblaciones acelerando las divisiones preexistentes dentro de esos grupos de humanos o se introducen nuevas ideas diseñadas para enfrentar diferentes grupos unos contra otros y aumentar la polarización.

El segundo objetivo de la guerra cognitiva es influir en las poblaciones objetivo. Eso se logra mediante la manipulación de la interpretación y la comprensión de un objetivo que les atañe. Los perpetradores pueden posteriormente guiar las acciones de su objetivo de una manera que beneficia la causa del perpetrador. El objetivo de influir difiere del objetivo de desestabilizar en que la intención final es que el grupo objetivo tenga ideas afines sobre un tema. en su mejor momento potencial, los perpetradores tienen como objetivo generar consenso entre una población con suficiente poder para efectuar un cambio de paradigma, volviendo a los pobladores en contra de las ideas fundamentales que apoyaban previamente.

Un elemento interesante que introduce François du Cluzel es el siguiente: La guerra cognitiva puede ser el elemento que falta para permitir la transición de la victoria militar en el campo de batalla al éxito político duradero. El «dominio humano» bien puede ser el factor decisivo (…). Los cinco primeros teatros de operaciones [tierra, mar, aire, espacio, ciberespacio] pueden conducir a victorias tácticas y operativas, pero sólo el teatro de operaciones humano puede conducir a la victoria final y completa.»

En junio de 2021, la OTAN celebró su primera reunión científica sobre la guerra cognitiva en Burdeos, Francia. En una antología que acompañó al simposio, los estrategas del Polo de Innovación tuvieron la oportunidad de hablar junto a altos cargos de la OTAN. Se generó un intenso debate sobre cómo utilizar la neurociencia para llevar a cabo ataques digitales contra el pensamiento, los sentimientos y la acción humanos. «Desde el punto de vista del atacante, la acción más eficaz, aunque más difícil de llevar a cabo, es fomentar el uso de dispositivos digitales que puedan perturbar o influir en todos los niveles de los procesos cognitivos del adversario».

Du Cluzel, escribió un ensayo junto con el investigador cognitivo francés Bernard Claverie en el que explicaba que -en contra de la afirmación de que sólo se reacciona ante las amenazas de Rusia o China- también es «bueno ejecutar procesos de ataque bien meditados, así como contramedidas y medidas preventivas» «Atacar es el objetivo declarado y explotar, devaluar o incluso destruir la forma en que uno construye su realidad, su autoconfianza espiritual, su fe en el funcionamiento de grupos, sociedades o incluso naciones». Los estrategas rara vez admiten abiertamente que esas técnicas pueden utilizarse no sólo en poblaciones enemigas sino también dentro de los países de la OTAN. Las declaraciones al respecto suelen ser vagas. Sin embargo, hay indicios de que la organización también tiene como objetivo a su propia población. El general francés Eric Autellet escribe en un artículo «Desde Vietnam, nuestras guerras se han perdido a pesar de los éxitos militares, en gran parte debido a la debilidad de nuestra narrativa (es decir, ‘ganar los corazones y las mentes de la gente’), tanto en relación con las poblaciones locales en los teatros de operaciones como en relación con nuestras propias poblaciones. Hay dos intereses en juego nuestras relaciones con el enemigo y con el amigo, y se puede elegir modos de acción pasivos y activos -o ambos- a la hora de considerar los límites y las restricciones del modelo de libertad y democracia. En cuanto al enemigo, se debe ser capaces de «leer» la mente de los adversarios para anticiparse a sus reacciones. Si es necesario, se debe ser capaz de «penetrar» en la mente de los oponentes para influir en ellos y que actúen a favor del agresor. En cuanto a los amigos se debe ser capaz de proteger el cerebro y mejorar la comprensión cognitiva y la capacidad de toma de decisiones.

La mayoría de los usos modernos del término guerra psicológica se refieren a los siguientes métodos militares:

  • Desmoralización:
    • Distribuir panfletos que fomenten la deserción o proporcionen instrucciones sobre cómo rendirse
    • Estrategia militar de choque y asombro
    • Proyectar música y ruidos repetitivos e inquietantes durante períodos prolongados a un volumen alto hacia grupos sitiados (ejemplo: la Operación Nifty Package). Nada nuevo, el Ejército Rebelde en la Sierra Maestra lo hizo en contra de los soldados de Batista, con el mítico Quinteto Rebelde.
    • Adoctrinamiento de tolerancia, para que los tótems y la cultura de un enemigo derrotado puedan ser removidos o reemplazados sin conflicto.
  • Estaciones de radio de propaganda, como Lord Haw-Haw en la Segunda Guerra Mundial
  • Cambiar el nombre de ciudades y otros lugares cuando son capturados (ejemplo: el cambio de nombre de Leningrado a San Petersburgo después de la caída de la Unión Soviética)
  • Eventos de bandera falsa
  • Uso de sistemas de altavoces para comunicarse con los soldados enemigos.
  • Terrorismo
  • La amenaza de las armas químicas
  • Guerra de información

Daniel Lerner miembros OSS (el predecesor de la CIA) en un libro intenta analizar qué tan efectivas fueron las diversas estrategias. Él divide las operaciones de guerra psicológica en tres categorías:

  • Propaganda blanca (Omisiones y Énfasis): Veraz y no fuertemente sesgada, donde se reconoce la fuente de información.
  • Propaganda gris (omisiones, énfasis y sesgo racial/étnico/religioso): en gran medida veraz, no contiene información que pueda demostrarse incorrecta. La fuente no está identificada.
  • Propaganda negra (Comisiones de falsificación): Intrínsecamente engañosa, la información dada en el producto se atribuye a una fuente que no fue responsable de su creación.

“Una copia en papel de periódico no sabe qué noticias prefiere leer el destinatario, pero el dispositivo móvil conectado a Internet sí. El anuncio que se ve en el periódico no sabe que se fue a la tienda a comprar lo anunciado; pero el smartphone sí lo hace. El editorial que se lee no sabe que fue compartido con entusiasmo con algunos de los amigos más cercanos. El sistema de red social sí lo hace. Las aplicaciones de redes sociales digitales rastrean lo que le gusta y cree cada persona; los teléfonos inteligentes rastrean a dónde se va y con quién pasa el tiempo cada persona conectada; las plataformas de redes sociales rastrean con quién se asocia y a quién excluye cada usuario de ellas. Y las plataformas de búsqueda y comercio electrónico utilizan esos datos de seguimiento para convertir las creencias de cada persona en acción, al ofrecer estímulos para animarlos a comprar cosas que de otro modo no se habrían comprado”.

Un ejemplo reciente, Thomas Friedman en una columna para The New York Times anotó respecto del conflicto de Ucrania que, “el primer día de la guerra, se vio cómo los tanques rusos quedaban expuestos de forma inesperada por Google Maps, porque Google quiso alertar a los usuarios conductores que los vehículos blindados rusos estaban provocando atascos de tráfico”.

Para ir cerrando, vea como las aplicaciones de guerra cognitiva va debilitando las mentes: “Las fuentes de noticias y los motores de búsqueda que ofrecen resultados que se alinean con la preferencias del usuario de Internet aumentan el sesgo de confirmación, mediante el cual se interpreta la nueva información para confirmar las creencias preconcebidas. Las aplicaciones de mensajería social actualizan rápidamente a los usuarios con nueva información, lo que induce un sesgo de actualidad, por lo que se sobrevalora la importancia de los eventos recientes sobre los del pasado. Los sitios de redes sociales digitales inducen a la prueba social, en la que se imita y afirma las acciones y creencias de los demás para encajar en los grupos sociales a los que se pertenece, convirtiéndose en cámaras de resonancia del conformismo y el pensamiento grupal”.

Pero no todo está perdido

Un informe de la OTAN, la misma que desarrolla este tipo de combate, sostiene que son dos los antídotos que, tanto a nivel colectivo, como individual, se deben usar para enfrentar adecuadamente la guerra cognitiva: la conciencia y la resiliencia. Respecto de la conciencia, el documento explica que:

“Una defensa adecuada requiere, como mínimo, la conciencia de que está en marcha una campaña de guerra cognitiva. Requiere la habilidad de observar y orientar antes de que los tomadores de decisiones puedan decidir actuar. Las soluciones tecnológicas pueden proporcionar los medios para responder algunas preguntas clave: ¿Se está realizando una campaña? ¿Dónde se originó? ¿Quién lo está librando? ¿Cuáles podrían ser sus objetivos? Existen investigaciones que indican que existen patrones de ese tipo de campañas se repiten y pueden clasificarse. Incluso pueden proporcionar “firmas” únicas para actores específicos que pueden ayudar a identificarlos”.

Es interesante el enfoque que dice, la guerra cognitiva se puede desplegar desde muchos bandos diferentes, sin ser necesariamente prerrogativa de alguno de ellos en específico. Puede ser interesante usar una metáfora de los juegos de cartas, donde, La Ley Fundamental del Póker sostiene que: “Cada vez que juegas una mano de manera diferente a como la hubieras jugado si pudieras ver todas las cartas de tus oponentes, ellos ganan; y cada vez que juegas tu mano de la misma manera que la hubieras jugado si pudieras ver todas sus cartas, pierden. Por el contrario, cada vez que los oponentes juegan sus manos de forma diferente a como lo harían si pudieran ver todas tus cartas, tú ganas; y cada vez que juegan sus manos de la misma manera que hubieran jugado si pudieran ver todas tus cartas, pierdes”.

Evidentemente los sistemas educativos y los medios de comunicación masivos tienen un papel Fundamental en este nuevo escenario bélico. No queda mucho tiempo para actuar, el “otro” ya lo hace.

Culmino con una conocida cita de José Martí, cuando desde finales del siglo XIX nos alertaba: “A un plan obedece nuestro enemigo: el de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos, burlarlo, hacer por fin nuestra patria libre. Plan contra plan. Sin plan de resistencia no se puede vencer un plan de ataque”. La orden está dada.