La Habana, Cuba. – El 2 de febrero de 1925, Gunnar Kaasen y sus perros, liderados por el husky siberiano Balto, llegaron a la ciudad de Nome, Alaska, con el suero contra la epidemia de difteria.
El musher declaró que muchas veces no pudo ver nada, pero confió en Balto, el perro guía que ni una sola vez dudó; el can sorteó las últimas 55 millas de la Carrera de la Misericordia, venciendo temperaturas de menos de 30 grados Fahrenheit.
La ruta, protagonizada por 20 conductores y 100 perros, partió de Anchorage, a mil 609 kilómetros, y Balto se convirtió en héroe nacional; después tuvo un período azaroso, y luego rescatado y enviado al zoológico de Cleveland.
Al morir el 14 de marzo de 1933, fue embalsamado y descansa en el Museo de Historia Natural de la ciudad; la estatua de Central Park es en su honor.
Togo, héroe silenciado
El perro Balto merece gloria por guiar el último relevo de la Carrera de la Misericordia que llevó el suero contra la difteria a los vecinos de Nome, pero es injusto olvidar a Togo, el can que lideró el camino más largo y peligroso, con 270 kilómetros a temperaturas bajas.
Leonhard Seppala, su dueño, lo llamó niño prodigio; el can poseía velocidad, valor y lealtad, y su instructor decía que había encontrado un líder nato, algo que había tratado de criar durante años.
También destacó que su resistencia, lealtad e inteligencia no podían mejorarse y que fue el mejor can que jamás haya recorrido el sendero de Alaska.
Reconocido a la postre, Togo tuvo sus momentos de gloria y su propia estatua; después que se le hiciera la eutanasia a sus 16 años, fue disecado y se encuentra en el Museo Iditarod Trail Sled Dog Race, en Wasilla, Alaska.