La Habana, Cuba. – Todo el año 1894 transcurre para José Martí con una actividad febril. Abonando voluntades, organizando, tejiendo las redes desde la emigración sin descanso.

En abril recibe en Nueva York a Máximo Gómez y a su hijo Panchito. Entonces, el experimentado guerrero comprueba de primera mano el trabajo descomunal desplegado por Martí. Poner en pie de guerra la revolución será cuestión de tiempo.

El plan acordado contemplaba tres expediciones: una recogería a Gómez en Santo Domingo, otra trasladaría a Serafín Sánchez y Carlos Roloff a las Villas y la tercera conduciría hasta oriente a Maceo, su hermano José y a Flor Crombet.

El resto del año lo dedica a consolidar lo planeado. En llegar a Cuba y prender el fuego de la insurrección por todas partes consiste su objetivo fundamental. En enero del 95, el plan conocido como de La Fernandina fracasa.

Llevo el remo de proa

Después del fracaso de la Fernandina es preciso disponer otro plan. José Martí arde en deseos de llegar a Cuba. Se autoriza el levantamiento en la Isla para la segunda quincena de febrero.

Parte Martí hacia Santo Domingo, a Montecristi, a reunirse con Máximo Gómez. A los pocos días, se entera que la manigua cubana está en pie de batalla.

En el Manifiesto de Montecristi, el Apóstol condensa la doctrina de la Revolución. El trayecto de la Isla hermana hasta Cuba no será fácil. Para José Martí las cosas nunca fueron fáciles.

Por fin, el vapor alemán Nordstrans los acerca a tres millas de la costa, lanzan un bote. Son las 08:00 de la noche del 11 de abril; llevo el remo de proa, anota Martí en su diario. Playita de Cajobabo saluda a los patriotas. La dicha era el único sentimiento que los poseía y embargaba.