La Habana, Cuba. – El primer cementerio público de América Latina lo tuvo Cuba y fue el de Espada, llamado primero General de La Habana y ubicado en el contorno de las calles Aramburu, San Francisco, Vapor y San Lázaro.

Construida a un costo de más de 46 mil pesos fuertes, la necrópolis fue un paso hacia la modernidad en esta parte del mundo, al poner fin a los entierros en las iglesias, cuya práctica antihigiénica favorecía las epidemias.

El 2 de febrero 1806 se inauguró la obra pública: un rectángulo cerrado por muros con cabida para 4 mil 600 sepulturas, osarios y una capilla que daban abrigo sin distinción a nobles, ricos y pobres.

El cementerio de Espada fue un suceso controvertido, pues entonces se creía que la persona, al morir, estaba más cerca de Dios si yacía en una iglesia, y la inhumación en ellas constituía privilegio de ricos.

A la religión, a la salud pública

En el arco de la puerta de entrada del Cementerio de Espada, se leía la inscripción con letras de bronce: A la Religión, A la Salud Pública.

Fue el obispo Juan José Díaz de Espada, de quien llevó el nombre, uno de los mayores promotores de una necrópolis pública para evitar la insalubridad de los enterramientos en las iglesias.

El proyecto y ejecución del Cementerio de Espada fueron del arquitecto francés Etienne-Sulpice Hallet, y las pinturas de la cúpula de la capilla del italiano Guiseppe Perovani, iniciador en la capital de una escuela de pintura neoclásica.

En ataúdes de terciopelo negro decorados con oro, se llevaron los primeros fallecidos, y entre quienes allí se enterraron estuvieron el propio Obispo Espada, José de la Luz y Caballero y Francisco de Arango y Parreño. El camposanto cerró el 3 de noviembre de 1878.