La Habana, Cuba. – Vileza, odio, sed de venganza, ira, inocencia, dolor y muerte, pero también Patria, dignidad y valentía. ¿Cuánto en tan poco tiempo? Hace hoy 149 años, el 27 de noviembre en Cuba dejó de ser solo un día.
Veintisiete son 8, 8 que estremecen y la memoria se vuelve tierra removida. Anacleto, Ángel, José de Marcos, Pascual, Alonso, los dos Carlos y Eladio nunca sabrán de nosotros y nuestro tiempo, pero hoy se convierten en todo un pueblo que les rinde tributo cada año.
Arrancados de la vida tan temprano, aquellos estudiantes de primer año de medicina no profanaron tumba alguna ni cometieron mayor ofensa que la de jugar como niños en un cementerio mientras esperaban por entrar a un turno de clases.
Fueron víctimas de una falsa acusación manipulada que desató el odio y el oportunismo bajo un sistema colonial que ya era injusto.
Castigo sin crimen
En 1871 los mambises ya daban guerra en los campos de Cuba contra la opresión de España, y el sentimiento independentista desató en La Habana la furia de las milicias procolonialistas del Cuerpo de Voluntarios que aprovecharon para saciar con sangre su impotencia.
Los 8 estudiantes de medicina pagaron con su inocencia y 3 de ellos fueron escogidos por sorteo; una rifa macabra fue lo que obtuvieron por justicia.
Pero no todo fue bajeza, también se impuso el decoro y el valor. Fermín Valdés Domínguez, compañero de los estudiantes, el capitán español Federico Capdevila, abogado de oficio de los jóvenes, y los negros abakuás, que en defensa de los condenados dieron el pecho a las balas, tampoco serán olvidados.
A sus hermanos muertos, Martí escribió: Cadáveres amados los que un día, ensueños fuisteis de la patria mía.